Sidiquin sigue pareciendo Sarajevo al final del la guerra de los Balcanes. Amasijos de hormigón se apilan en las calles junto a edificios acuchillados por la metralla. Las carreteras y caminos conservan las huellas de los bombardeos. Y sus habitantes malviven sujetos a cortes de luz, sin agua corriente ni teléfono. Siete meses después de la guerra entre Israel e Hizbulá, el Gobierno no ha pagado ni un céntimo de las indemnizaciones prometidas para reconstruir este pueblo chií de 6.200 personas, donde 385 casas y 86 comercios quedaron arrasados.

"Esta lentitud tiene una explicación política: el Gobierno quiere castigarnos por haber apoyado a Hizbulá", dice el alcalde, Mohamed Azam, mientras atiende a media docena de vecinos que hacen cola para presentar los documentos catastrales requeridos para las ayudas. Los peritos han estado en el pueblo calculando las ayudas, pero el dinero no llega. "Piensan estúpidamente que si nos maltratan ahora, la próxima vez que haya una guerra nos revelaremos contra Hizbulá".

La historia se repite

Durante décadas, el Estado desatendió el sur y la guerrilla chií ocupó su vacío asistencial. La historia se repite. Pocos días después del alto el fuego, Hizbulá entregaba a los afectados 12.000 dólares (9.100 euros) para alquilar temporalmente una vivienda y comprar muebles. Con ese dinero los hermanos Bustani han reconstruido las ruinas de su casa, a la que dan los últimos toques de pintura. "Hizbulá siempre cumple y el Gobierno nos engaña. ¿Quieren que respetemos a Siniora? Le odiamos", exclama el mayor, Ali, propietario de una tienda de material de obra.

La economía del sur, dependiente de la agricultura, está devastada. Las bombas de racimo israelís convirtieron los tabacales y naranjales en campos de minas. La ira desatada por la lentitud del Estado se agrava al incluir en la ecuación los 8.500 millones de dólares (7.200 millones de euros) en créditos prometidos por la comunidad internacional en Estocolmo y París para la reconstrucción.

"Solo hemos pagado 80 millones de dólares 60 millones de euros de los 800 600 millones de euros estimados para las viviendas destruidas, y 50 pueblos todavía no han recibido ayuda", explica Kabalan Kabalan, presidente del Consejo del Sur del Líbano, el organismo público encargado de distribuir las indemnizaciones. El Gobierno se escuda en la confrontación que vive el país. "Tenemos problemas políticos y burocráticos, lamentablemente la Administración está detenida", concede Kabalan.

Mejor andan las cosas en Srifa, otro de los pueblos devastados. Las obras trabajan sin descanso y un 40% ya se ha reconstruido. Ali Abuhadi ha cobrado los primeros 13.000 dólares (10.000 euros) del Estado para su nuevo hogar y espera un segundo cheque. "Están calculando a la baja, para muchas familias no es suficiente dinero".

A este pueblo han llegado ayudas foráneas. Kuwait dio comida y generadores, Emiratos Arabes Unidos reparó la escuela e Irán financiará la carretera hasta la frontera con Israel. Pero la gente se lo está pensando antes de reconstruir o abrir comercios. "Para pedir un crédito o invertir se necesita estabilidad y aquí muchos temen una nueva invasión en cuanto llegue el buen tiempo", dice Ali Eid, teniente de alcalde de Srifa.