"No nos engañemos: esta guerra está motivada por intereses puramente económicos, por el control del petróleo". Esta frase, directa y fría, sin meandros, no pertenece a un izquierdista ni a un pacifista, ni siquiera a un agente de Sadam, sino al dirigente del PP catalán Enrique Lacalle.España no iba a ser ajena a esos intereses. Hasta hace tres meses, y al mismo tiempo que jaleaba los planes bélicos de

Bush, el Gobierno de Aznar realizó gestiones infructuosas ante la dictadura iraquí en favor de un contrato para Repsol.Francia, Rusia y China hicieron lo propio, aunque con mejor resultado que España. Esos tres países han logrado compromisos de explota- ción en Irak para después del embargo; quizás de ahí su oposición a la guerra. Y quizás también de ahí el respaldo sin fisuras de

Aznar a un ataque. Pese al empeño propagan- dístico del ´eje del bien´, Sadam no es más monstruoso que otros dictadores con bula. Pero él tiene petróleo.