Los choques entre el Gobierno peronista y la oposición tendrán un paréntesis durante enero y febrero, al menos en las pantallas de los televisores, ordenadores y teléfonos. Mirtha Legrand, la diva de 93 años, se tomará sus vacaciones estivales. Nacida en 1927, y con más de medio siglo en televisión, Legrand tiene una enorme influencia en un sector de los argentinos hasta el punto de que se adjudicó un protagonismo especial en la victoria de la derecha en las presidenciales del 2015. Ella tiene un programa de almuerzos y cenas con invitados variopintos. Todos —artistas populares, políticos y funcionarios— temen sus preguntas y respuestas, entre otras cosas porque dice lo que piensa, y siempre piensa en sintonía con su supuesto porte aristocrático.

En ese sentido, la Chiqui, como la llaman los íntimos y hasta aquellos que buscan su indulgencia, es un verdadero misterio político y cultural en este país. De otra manera sería difícil explicar que sus dichos y admoniciones sean noticia, y no de la farándula. «Lo mío es milagroso, la verdad, tantos años contando con el apoyo del público», dice.

Legrand no es su apellido verdadero. Pero desde que inició su carrera artística, Rosa María Juana Martínez Suárez sintió que un nombre afrancesado le sentaría mejor. Ya desde sus inicios estuvo marcada por la política: a finales de la década de los 30 fue elegida reina del carnaval en Buenos Aires. La coronó el presidente Roberto M. Ortiz. Su carrera despuntó en el teatro y el cine, donde al principio trabajó haciendo tándem con su hermana melliza, Silvia. Pero la gemela abandonó pronto el mundo de las variedades y se quedó sola. A estas alturas, su vida profesional pasó las ocho décadas y más de medio siglo en la pantalla.

Denuncias de censura

La Legrand no ha dejado de tener roces con algunos gobiernos constitucionales: aseguró haber sido censurada por el peronismo (1974-76) y hostigada por la primera administración democrática tras la larga noche militar (1976-83). Con la última dictadura se llevó muy bien. Puso su glamur al servicio del régimen. «Hay una campaña organizada anti-Argentina», dijo en 1978 frente a las denuncias internacionales por las violaciones a los derechos humanos. Casi dos décadas atrás, relató que su sobrina y su esposo, María Fernanda Martínez Suárez y Julio Enzo Panebianco, fueron secuestrados por los militares después del golpe y trasladados al campo de concentración Club Atlético, en Buenos Aires. La diva no dudó en comunicarse con el temible ministro del Interior, el general Albano Harguindeguy. Su intervención fue exitosa a medias. María Fernanda recupero su libertad. «Te has salvado porque sos la sobrina de Mirtha», le dijeron. Su marido forma parte de la lista de miles de desaparecidos.

Casi todos los presidentes democráticos se sentaron en su mesa. Cuando en el 2003 le tocó a Néstor Kirchner, Legrand lo encaró frente a las cámaras: «¿Sabe lo que dice la gente? Que con ustedes se viene el zurdaje. Los zurdos (izquierdistas)». Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, hicieron malabares para tranquilizarla. No tuvieron suerte. La presentadora se convirtió quizá en la lengua más feroz del antikirchnerismo. «Voten a Mauricio Macri», pidió en el 2015 y muchos le hicieron caso.

Juramento en pantalla

A medida de que su gestión se hundía en la crisis, la Chiqui intensificó los sermones contra la expresidenta. Propuso incluso inmolarse. «Daría mi vida para que no vuelva el kirchnerismo», llegó a decir. Pero después reconoció que los peronistas volverían a gobernar «porque el país está muy mal, la gente en contra y desesperada».

Igual durante la campaña electoral respaldó a Macri. Sus almuerzos devinieron tribuna y púlpito. Juró delante de su audiencia no invitar a Alberto Fernández a pesar de haber sido elegido presidente. «Yo no quiero hablar puntualmente de esa señora, pero eso es un caso atípico de una posición tomada ideológica», dijo el mandatario.

La Chiqui se ha resignado a aceptar la realidad. «Hay que dar tiempo a este Gobierno». Retornará a la pantalla en marzo. El macrismo ya la espera como una de sus mejores armas.