"Cuando lleguemos al otro mundo y los millones de judíos que murieron en los campos nos pregunten ´¿Y tú que hiciste con tu vida?´, unos dirán: ´Yo fui joyero´. Otros dirán: ´Yo construí casas´. Yo les diré: ´No os olvidé´". Simon Wiesenthal, el arquitecto austriaco que dedicó su vida, tras sobrevivir a los campos de exterminio nazis, a perseguir a los verdugos del Tercer Reich para entregarlos a la justicia, solía explicar así por qué se convirtió en el azote de los nazis que huyeron tras la guerra. Wiesenthal, de 96 años, murió ayer en Viena, y con él desaparece un hombre que luchó contra el olvido, el antisemitismo y el racismo, y a favor de la justicia.

"Busco justicia, no venganza. Mi trabajo es advertir a los asesinos del mañana de que nunca descansarán", dijo en una ocasión Wiesenthal, cuya vida fue marcada por el Holocausto. El incansable cazanazis nació el 31 de diciembre de 1908 en Buczacz, entonces parte del Imperio austrohúngaro y hoy Ucrania. El terror nazi lo atrapó a él y a su mujer, Cyla, en la localidad ucraniana de Lviv, de donde huyeron hasta que fueron capturados y enviados al campo de Janwska. Tras lograr documentación polaca para su esposa a cambio de colaborar con la resistencia, el matrimonio se separó en 1942 y Wiesenthal empezó un periplo de huidas y capturas que le llevó a una decena de campos hasta que las tropas estadounidenses lo liberaron en Mauthausen el 5 de mayo de 1945. Pesaba entonces menos de 50 kilos y 89 de sus familiares habían sido asesinados.

Memoria del infierno

"Nunca te creerán si algún día cuentas esto", le dijo una vez un caporal nazi a Wiesenthal, que durante sus años de infierno empezó a memorizar los nombres de sus captores. Tras ser liberado, trabajó en la Oficina de Crímenes de Guerra del Ejército de EEUU en la Austria liberada y en 1945 se reunió con su mujer, a la que creía muerta. En 1947, abrió en Linz (Austria) una oficina para recopilar información, que cerró en 1954. Sólo quedó un archivo: el de Adolf Eichmann, ideólogo de la solución final.

Wiesenthal había entregado en 1953 información a Israel sobre el paradero de Eichmann en Buenos Aires. En 1959, el Mosad secuestró al nazi en Argentina y lo llevó a Israel, donde fue condenado a muerte en 1961. Wiesenthal reabrió en 1962 su Centro de Documentación Judío en Viena. Fruto de su trabajo fue la detención de 1.100 personas por crímenes de guerra.

Pese a la indiferencia y la animadversión que a veces encontraba, Wiesenthal continuó con su trabajo, creó sedes en Los Angeles y Jerusalén y denunció los crímenes de guerra en los Balcanes o Ruanda. Condecorado por gobiernos de medio mundo, en el 2003, tras morir su esposa, Wiesenthal dio por terminado su trabajo. Pero su fundación continúa trabajando.

"Quiero que la gente sepa que los nazis no lograron matar a millones de personas impunemente", dijo una vez Wiesenthal. Al poco de ser liberado, encontró en un hospital a un moribundo oficial de las SS que le pidió perdón. Wiesenthal dio media vuelta y se fue. "No hay libertad sin justicia".