Aunque dedicó más tiempo a presumir de la exitosa estrategia que llevó al presidente Donald Trump a la Casa Blanca que a hablar del Frente Nacional (FN), Steve Bannon se convirtió en la estrella del Congreso que el partido ultraderechista francés celebra este fin de semana en Lille sumido en una profunda crisis. «¡Hey! No estáis solos», proclamó ante la prensa el exgurú del magnate estadounidense, flanqueado por Marine Le Pen, tras haber desgranado su filosofía antiglobalización y echado pestes del establishment en el plenario del cónclave.

Bannon fue el mejor recurso que encontró Marine Le Pen para dopar los ánimos de un partido que, a pesar de haber logrado el récord histórico de 11 millones de votos en las presidenciales del 2017, no termina de digerir la derrota y se pregunta si Marine es la persona adecuada.

Con un liderazgo erosionado, abandonada por su antigua mano derecha, Florian Philippot, humillada por las provocaciones de su padre, Jean Marie Le Pen, y perseguida por la sombra de su sobrina, Marion Maréchal Le Pen, a quien los históricos del FN sueñan con ver regresar a la política, la presidenta de la formación vive en horas bajas.

El Congreso del FN reelegirá a Marine Le Pen al frente del partido -no hay más candidatos al puesto que ocupa desde el 2011-, aprobará nuevos estatutos y renovará algunos cargos de su organigrama. Pero el verdadero reto al que se enfrenta Le Pen será persuadir a las bases de que la prometida «refundación» y el cambio de nombre que propondrá hoy a la militancia bastarán para detener el declive que sufre la formación.