Barack Obama, un político desconocido hace ocho años que araña ahora la posibilidad de convertirse en el primer presidente negro de EEUU, dice a menudo que el suyo arrancó como un viaje incierto al que pocos habrían augurado un final feliz. La historia del candidato presidencial demócrata es, como él bien dice, "poco convencional".

Nacido en 1961 en Hawai, es hijo de Stanley Ann Dunham, una antropóloga nacida en Kansas, y de Barack Obama Sr., un economista keniano educado en Harvard, ambos ya fallecidos. Sus padres se separaron cuando él tenía dos años y sólo vería a Barack senior una vez más durante una visita de éste a EEUU.

Su madre volvió a contraer matrimonio con Lolo Soetoro-Ng, un ciudadano de Indonesia, donde Obama pasó varios años de su infancia antes de regresar a Hawai a los diez años para vivir con sus abuelos maternos y tener acceso así a una mejor educación. Ese ir y venir lo ha equipado, en su opinión, con las herramientas necesarias para tender puentes y forjar alianzas. Su media hermana, Maya Soetoro-Ng, lo explica de otra manera: "Se mueve entre varios mundos, es lo que ha hecho toda su vida".

Bautizado por algunos como "la gran esperanza blanca", por encarnar el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales, Obama ganó relevancia en el panorama político estadounidense durante la convención nacional del Partido Demócrata en Boston, en el 2004. Fue allí donde pronunció el discurso programático en el que instó a cerrar las heridas raciales abiertas en el país. "No hay un EEUU blanco y un EEUU negro, sino los Estados Unidos de América", dijo entonces.

Además de conciliatorio y unificador, el mensaje del joven senador de Illinois fue también un mensaje de esperanza, ingredientes que impregnan desde entonces su retórica. Su esperanza, según él mismo proclama, "es la de los esclavos entonando cánticos de libertad frente a la lumbre, la de los inmigrantes que emprenden rumbo a costas lejanas" y, como no, la de Barack, "un niño delgaducho" de padre negro y madre blanca que confió en que en EEUU también había un lugar para él.

Su adolescencia en Hawai estuvo marcada no solo por una destacada trayectoria escolar, sino también por años de rebeldía y escarceos con las drogas. A esos años, le siguió una selecta formación en las universidades de Columbia y Harvard, la etapa como profesor y defensor de los derechos civiles en Chicago, su elección como senador estatal y su desembarco como senador en Washington en el 2004.

Ayudado por su carisma, Obama se ha ganado una popularidad similar a la de una estrella del rock, que sus rivales políticos han utilizado contra él para presentarlo como una simple "celebridad" con mucha labia y escasa preparación para los desafíos del poder. Sus dos libros autobiográficos "The Audacity of Hope" (La audacia de la esperanza) y "Dreams from my father" (Sueños de mi padre) se han convertido en los más vendidos.

Los observadores mencionan con frecuencia que el secreto de su éxito obedece a un arma rudimentaria: el poder de la palabra. Obama asegura no haberse percatado de su poder dialéctico hasta que participó en una marcha contra la segregación racial en la universidad y descubrió que había captado la atención de los asistentes tras empezar a hablar. "Los congregados se quedaron callados y me miraban", recuerda en "Dreams from my father".

Su carrera política arrancó, curiosamente, con discursos que no conectaban bien con el público y en los que abundaban los detalles sobre sus programas. No sería hasta el 2004, durante su campaña al Senado, cuando introdujo los elementos de "esperanza, cambio y futuro" que tiñen la entusiasta retórica que tan buenos resultados le ha dado.

Obama está casado con Michelle Robinson Obama. La pareja tiene dos hijas: Malia Ann y Natasha (Sasha).

McCain: un rebelde aficionado a los golpes de efecto

John McCain, el candidato republicano a la presidencia, es un héroe de guerra con aversión a la autoridad que no se pliega a los jerarcas de su partido y al que le gusta el riesgo, en su vida personal y en la política.

Estudiante mediocre, aficionado al juego y senador iracundo, McCain no es un candidato republicano convencional. Ha apostado su campaña a sus credenciales como independiente, en un año en que el público está cansado de la hegemonía republicana y de ocho años de George W. Bush en la presidencia.

McCain, de 72 años, nunca ha sido el hombre más popular entre los legisladores republicanos. "Él colaboraba con el otro partido (el Demócrata) y eso no se veía como algo positivo", afirmó Roy Blunt, el "número dos" de los republicanos en la Cámara Baja. Tampoco ha sido santo de devoción de la derecha religiosa y el deseo de ganársela le llevó en parte a escoger como candidata a la vicepresidencia a Sarah Palin, la gobernadora de Alaska.

McCain se la jugó con Palin, una desconocida con muy poca experiencia política, pero cuya oposición al aborto y al matrimonio entre homosexuales, y su afición por el rifle encanta a la base más conservadora del partido. La elección de Palin demuestra la afinidad de McCain por los golpes de efecto, esas decisiones radicales y súbitas del hombre que no teme el equivocarse, sino el no actuar. Lo demostró de nuevo al cancelar su campaña brevemente para acudir a Washington a ayudar a negociar un paquete de rescate por valor de 700.000 millones de dólares.

En ambos casos, es posible que hiciera un error de cálculo. Las alabanzas generalizadas iniciales hacia Palin se han convertido en críticas, tras una serie de errores, incluido su desconocimiento sobre el papel del vicepresidente, el cargo que aspira a ocupar.

En política económica, los votantes afirman en las encuestas que confían más en Obama que en McCain, lo que podría sellar el resultado de las elecciones del 4 de noviembre. En el Senado, el senador por Arizona apoyó la disminución de la regularización del sistema financiero, que sin el yugo público cometió los excesos que han llevado a la crisis actual.

Su principal propuesta económica es mantener las rebajas tributarias de Bush, contra las que votó en su día, pero que pasó a respaldar durante las primarias para ganarse la candidatura de su partido.

No cambió, sin embargo, su posición a favor de una presencia militar contundente en Irak. "Prefiero perder las elecciones a perder la guerra", afirmó entonces McCain, quien ha dicho que en Vietnam, Estados Unidos perdió porque sus líderes no enviaron suficientes tropas.

Su participación en esa guerra fue uno de los puntos de inflexión de su vida. Nació en 1936 en una base naval estadounidense en el Canal de Panamá y como su padre y su abuelo estaba destinado a ser marino. Quizá las cadenas de la predeterminación le impulsaron a una juventud desobediente. Estuvo a punto de ser expulsado de la Academia Naval de Annapolis, la más prestigiosa del país, donde se ganó la reputación de playboy, irreverente y desaliñado.

En 1967 un misil derribó su bombardero en Vietnam y pasó los siguientes cinco años y medio en campos de prisioneros, donde las torturas no acabaron con su voluntad para insultar hasta la extenuación a sus guardianes. McCain se negó a aceptar la liberación que le ofrecía el gobierno vietnamita en 1968, por la prominencia de su padre almirante. Las normas militares estadounidenses obligan a que los prisioneros acepten salir libres en el orden en el que fueron capturados. Había más de 100 delante de él.

Cuando en 1973 pisó su país de nuevo, con muletas, McCain sufría las secuelas de sus heridas al caer del avión, la falta de cuidados médicos y las palizas. Hoy en día no puede levantar los brazos por encima de la cabeza y tiene una leve cojera.

En el terreno profesional se adaptó bien, con un cargo como jefe de la oficina de la Marina en el Congreso, pero en el personal su afición por las mujeres le llevó a un divorcio de su esposa, que le había esperado todos los años que estuvo en Vietnam. Un mes después se casó con su actual compañera, Cindy, una mujer rica que es 17 años menor que él.

En 1985 entró en el Senado, pero su ascenso político sufrió un grave revés tres años después, cuando fue parte de un grupo de senadores que presuntamente presionaron para que un donante recibiera trato de favor en una investigación. El comité que trató el tema absolvió a McCain pero dijo que había mostrado "un mal juicio de valor". McCain, obsesionado con el honor, aseguró que eso era lo peor que le había "ocurrido en la vida". Incluidas las mazmorras vietnamitas.

Desde entonces, gran parte de su trabajo como reformista en el Senado ha venido de una necesidad de redimirse a sí mismo. Quiere llevar su celo a la Casa Blanca.