El mundo debería condenar las armas nucleares al igual que ha condenado la esclavitud o el genocidio, declaró ayer Mohamed el Baradei después de recibir el premio Nobel de la Paz del 2005 en Oslo.

El Baradei, jefe de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), dependiente de la ONU, afirmó que en el mundo hay 27.000 cabezas nucleares. "Para mí, hay 27.000 cabezas de más", añadió. "Pero lo más difícil es ¿cómo podemos crear un entorno en el que las armas nucleares, al igual que la esclavitud o el genocidio, sean vistas como un tabú y una anomalía histórica?", se preguntó el diplomático egipcio, de 63 años.

El Comité Nobel noruego anunció el pasado mes de octubre la concesión del Nobel de la Paz de este año a El Baradei y a la organización que dirige por sus esfuerzos en erradicar las armas nucleares. El premio, que asciende a un millón de euros, es el 15º que va a parar a una agencia de las Naciones Unidas. "Imaginad un mundo en el que resolviéramos nuestras diferencias con diálogo y diplomacia y no con bombas y balas. Imaginad que las únicas armas nucleares que quedaran fueran las reliquias de los museos", clamó El Baradei en la ceremonia en el Ayuntamiento de Oslo, que estuvo presidida por los reyes Harald y Sonia de Suecia y el príncipe Haakon de Noruega.

LA MUNDIALIZACION "Si queremos escapar de la autodestrucción, las armas nucleares no deben tener lugar en nuestra conciencia colectiva ni tampoco ningún rol en nuestra seguridad", añadió.

El Baradei afirmó que la amenaza a la seguridad que supone la proliferación nuclear y el terrorismo se vio agravada por la mundialización. También lamentó la lentitud con que discurre el trabajo del organismo que dirige. "En cuatro años hemos completado, quizá, el 50% del trabajo, que no es lo suficientemente rápido porque corremos una carrera contrarreloj", declaró, y recordó que la AIEA "tiene una autoridad limitada, con un presupuesto modesto y sin ejércitos, armada sólo con la fuerza de sus convicciones".

QUEJAS DE GREENPEACE A pesar de sus llamamientos en favor de acelerar el desarme, El Baradei y los representantes de la AIEA se toparon con dos docenas de simpatizantes de Greenpeace disfrazados de misiles, en un carro cargado de barriles que simbolizan los desechos atómicos.

El diplomático egipcio consagró un tercio de su discurso a abordar las raíces de las guerras, sin aludir a los conflictos abiertos con Irán o Corea del Norte. No pasó por alto, sin embargo, la paradoja que supone la indignación frente a los atentados del 11-S en Estados Unidos y que a la vez nadie recuerde que la guerra civil en la República Democrática del Congo se ha cobrado 3,8 millones de vidas desde 1998.

OTROS PREMIADOS Paralelamente, en Estocolmo (Suecia), se hizo entrega de los Nobel de Física (a los estadounidenses Roy Glauber y John Hall, y al alemán Theodor Haensch); de Química (a los estadounidenses Robert H. Grubbs y Richard R. Schrock, y al francés Yves Chauvin); de Medicina (a los australianos Barry Marshall y Robin Warren), y de Economía (al estadounidense Thomas Schelling y al israelo-estadounidense Robert J. Aumann). El premio Nobel de Literatura lo recogió el editor Stephen Page en nombre del dramaturgo británico Harold Pinter, ausente por el tratamiento de un cáncer que está recibiendo en un hospital de Londres.