La revuelta en Egipto ya tiene cabeza visible. Mohamed el Baradei, prominente reformista, exdirector general de la agencia nuclear de la ONU y laureado con el premio Nobel de la Paz en el 2005, regresó ayer al país del Nilo para ponerse al frente del movimiento de contestación política al régimen de Hosni Mubarak, y postularse de paso como posible líder para una eventual transición.

Durante la jornada, las fuerzas antidisturbios se vieron obligadas a emplearse a fondo en la ciudad de Suez para dispersar a los manifestantes, que se van creciendo a medida que pasan los días. En El Cairo, en cambio, reinaba una tensa tranquilidad a la espera de las marchas convocadas para hoy, y no se percibían dispositivos de seguridad adicionales.

Cuando restan ya muy pocas horas para que den comienzo, hoy viernes, unas protestas que se prevén multitudinarias, El Baradei se plantó en El Cairo sin dar opción al régimen a permanecer y reformarse. Mubarak "ha servido al país durante 30 años y ya es hora de que se retire", dijo el opositor, antes de vaticinar: "Creo que vamos a ver un cambio próximamente". Ungido ya como el caudillo espiritual de la revolución aunque criticado por pasar largas temporadas fuera del país, hizo un llamamiento a los manifestantes a mantener a calma y a no reaccionar a las provocaciones de las fuerzas de seguridad. Si las autoridades emplean fuego real, "les saldrá el tiro por la culata", vaticinó.

LIDER CON CARISMA La vuelta de El Baradei concede al movimiento de protesta egipcio un líder con carisma, a diferencia de lo sucedido en Túnez, donde las manifestaciones juveniles se desarrollaron sin la presencia de un dirigente claro, con unos partidos opositores de escasa entidad tras haber sido laminados durante décadas por el régimen dictatorial del depuesto Zine el Abidine Ben Alí.

La ciudad de Suez, junto al canal homónimo, se ha convertido en el epicentro de las protestas, al igual que Sidi Bouzid, la ciudad donde se inmoló a lo bonzo un joven sin empleo, lo fue en su día en el génesis de la revuelta tunecina. Ayer, mientras en El Cairo reinaba una tensa calma, el puerto del mar Rojo vivía nuevos disturbios protagonizados por centenares de manifestantes, que convirtieron su centro urbano en el escenario de una batalla campal donde incluso llegó a arder una comisaría. Es en esa población, que debería bullir con una economía vibrante gracias a los ingresos por el canal pero repleta de parados, donde el estado de ánimo en contra del actual estado de cosas y contra el régimen de Mubarak es mucho más potente. Sus habitantes son conscientes del trasiego de millones que genera la infraestructura y que no revierte en la economía local.

"Nuestro Gobierno es una dictadura; una dictadura total", dijo a Reuters Mohamed Fahim, trabajador de una fábrica. "Me he quedado calvo, pero Mubarak ha seguido siendo Mubarak", indicó. "En Suez tenemos hoy, compañías de petróleo, fábricas, aduanas, y el canal; pese a ello, el desempleo es gigantesco", dijo Kamel Hasán, abogado.

Desde el extranjero, el mar de fondo político que vive el país de los faraones ya comienza a provocar reacciones. Estados Unidos llamó a Gobierno y a manifestantes a evitar la violencia. Para EEUU, Egipto es un país de vital importancia estratégica ya que mantiene relaciones diplomáticas con Israel y ejerce un considerable liderazgo a nivel de la Liga Arabe. "Creemos firmemente que el Gobierno egipcio tiene una gran oportunidad en este momento para implementar reformas políticas, económicas y sociales", declaró la secretaria de Estado, Hillary Clinton. La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, instó a que se respete el derecho a manifestarse.