La música tradicional de Ibrahim Tatlises suena suave en la tienda de discos de Ahmed. El CD de este kurdo y el del músico pop también turco Mustafá Sandal son los más vendidos por Ahmed en el pequeño Estambul , la zona del barrio berlinés de Kreuzberg (Monte de la Cruz) donde no se necesita saber alemán para sobrevivir.

La música turca invade todos los comercios y los bares, en cuyas terrazas toman café y té hombres con bigote a los que les resulta imposible esconder su origen. No tienen ningún interés en hacerlo.

Kreuzberg fue famoso por albergar las sedes de la Gestapo y las SS, por tener en su frontera norte el famoso Checkpoint Charlie y, a partir de los años 70, por su latir libertario. Pero ese Kreuzberg ya no existe. Del pasado, eso sí, quedan la central del imperio editorial Axel Springer, la sede del SPD bautizada como Casa Willy Brandt y una empobrecida población turca. En este barrio viven alrededor de 140.000 de los 2,5 millones de turcos que hay en el país, la mayor minoría.

Del pasado, cuando llegó de Estambul hace 36 años, se acuerda Aram. "Ha cambiado mucho", se lamenta este jubilado, para quien el paro es el mayor problema de su comunidad. Con sus labios vocaliza frases como: "Aquí se vive mejor que en Turquía", "aquello es un desastre porque no hay trabajo y la medicina pública no funciona", pero sus ojos dicen lo contrario. En Berlín no hay el azul del Bósforo.

Aram sostiene: "La gente turca ha votado por Schröder. Merkel no quiere trabajar con la comunidad turca en el país". Y es un razonamiento avalado por las urnas. El mandato directo de este distrito es para el verde Hans-Christian Ströbele. La CDU-CSU de Merkel logra el 11%, y el premio es para el SPD (37,3%), seguido de Los Verdes (21,8%) y de La Nueva Izquierda de Oskar Lafontaine (20,8%).

Presencia de Turquía

De esos resultados y de la campaña alemana se han podido enterar los turcos a través de sus miles de parabólicas y de Hurriyet , Milliyet y Zaman , diarios de Turquía o editados en Alemania. Son multitud en el quiosco de Ulas y ocupan uno de los estantes preferentes. Este joven de 28 años, que sólo lleva 3 en Kreuzberg, explica el amplio debate preelectoral mantenido con sus amigos sobre la conveniencia de votar por el SPD o por el PDS. Y, a la pregunta sobre la lengua utilizada para esta conversación tan alemana, Ulas calla y, como el que confiesa un pecado, responde: "En turco". Su deficitario alemán también tuvo la culpa de que no pudiera entrar en la Universidad de Berlín.

Muchos de los vecinos del barrio llevan una vida a caballo entre los dos países. Resultaría más fácil si Turquía estuviera en la Unión Europea. Por eso, el rechazo de Angela Merkel a este ingreso la hace tan impopular aquí.

En la transitada calle de Adalbert, una pizarra tienta al transeúnte con ofertas increíbles. El vuelo a Antalya, en el sur de Turquía, sólo cuesta 29 euros. No es el único destino. "La gente mayor pasa seis meses en Turquía y regresa para cobrar la pensión y renovar el pasaporte", revela Tamer. En el verano marchan las familias. Porque todos tienen el corazón partido.