Asimple vista, el lugar no ofrece ninguna particularidad: se trata de una base militar asentada sobre una colina cercana a la localidad de Bamerni, similar a tantas otras avanzadillas y campamentos de combatientes kurdos que salpican las montañas del norte iraquí.

El matiz viene después, al observar con algo más de detenimiento el conjunto de barracones, sacos terreros y vehículos blindados: ninguna bandera o signo nacional ha sido colocado junto a sus muros o en su entrada, dando a entender que sus moradores, o bien quieren pasar desapercibidos o, cuando menos, sortear la animosidad de una población local que no parece darles la bienvenida. Una mirada algo más inquisitiva nos revela que es un puesto militar ostensiblemente mejor equipado y armado que los pertenecientes a los milicianos del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), en el poder en el Kurdistán iraquí.

EL DESPLIEGUE En un momento en que el Gobierno y el Ejército de Turquía evocan abiertamente la posibilidad de lanzar un ataque militar contra el norte de Irak para destruir las bases del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), nadie parece acordarse de que el país vecino mantiene desplegados, desde hace una década, a centenares de soldados. Repartidos en cuatro bases militares, las estimaciones hablan de 650 hombres y más de 150 blindados --aunque otras fuentes denuncian un número superior de efectivos--, acampados a una treintena de kilómetros del problemático linde fronterizo con Turquía; es decir, bien entrado en Irak.

Se trata de un anacronismo de tiempos pasados en una volátil región en la que las alianzas cambian con rapidez y los amigos de ayer pasan a ser los enemigos de hoy. Porque las bases militares turcas forman parte de un acuerdo de 1997 entre el líder del PDK, Masud Barzani, y el Gobierno de Ankara, cuando este buscaba aliados en la guerra fratricida que mantenía con sus hermanos pero a la vez rivales de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), de Jalal Talabani, con la que ahora se reparte el poder.

Una alianza contra natura del PDK kurdo con los militares turcos que hoy es cosa del pasado. "No tenemos ninguna relación con los soldados turcos; la gente está muy inquieta con su presencia, solo queremos que se vayan", aclara Nozad Bamarny, dirigente local del PDK, midiendo al milímetro sus palabras a sabiendas de lo delicado de la cuestión. Los soldados turcos no salen del perímetro de la base; no les está permitido confraternizar con los habitantes del pueblo y no realizan patrullas en los alrededores. Sus actividades se limitan a vigilar con prismáticos a viandantes y coches que pasan por la cercana carretera.

COMO UN FUERTE YANQUI Con todo, no han protagonizado ningún incidente o herido por error a ningún habitante local. Como si de un fortín yanqui en territorio comanche se tratara, a la base turca de Bamerni no se le permite recibir armamento nuevo desde su país y solo se autoriza la llegada de convoyes con comida desde Silopi, localidad fronteriza, ya en Turquía.

En estos días, la pregunta es casi de cajón: ¿Qué sucederá con las bases turcas en el norte de Irak si estalla la guerra entre Turquía y el Kurdistán iraquí? Nozad Bamarny, cabecilla del PDK, se encoge de hombros y responde con una evasiva.