La derecha italiana se reinventa. O, según Silvio Berlusconi, empezará a hacerlo antes de las elecciones del 2006 y acabará justo después. Como "cristiana, liberal, laica, republicana y socialista" define el primer ministro italiano la nueva formación conservadora que agrupará a los cinco partidos aliados en la coalición de la Casa de las Libertades --que gobierna el país desde el 2001-- y a alguno que otro moderado, si los guiños que ha lanzado el gobernante surten efecto.

La criatura, provisionalmente bautizada como Alianza para las Libertades, se inspirará en el conglomerado de tendencias que se juntan en el Partido Republicano de EEUU, donde conviven liberales agnósticos, cristianos clericales, católicos laicos y "laicos piadosos"; así definen los teóricos del neoconservadurismo de EEUU a los no creyentes que miran con interés (electoral) a las iglesias.

Influencia religiosa

"La religión influirá en las elecciones del 2006", ha sentenciado Marcello Pera, presidente del Senado, un laico que habla del papa Ratzinger con entusiasmo de enamorado. El cóctel se traduciría electoralmente, frente a los progresistas, en un "choque sobre los valores", según Karl Rove, principal asesor del presidente de EEUU, George Bush. "Yo represento el bien, los comunistas el mal", ha traducido Berlusconi, adaptando para Italia la idea de Rove y explicando las ventajas electorales: "El partido único no se alía con nadie, se presenta en solitario a las elecciones y quien no quiera estar en él que vaya por su cuenta".

Los aliados de Berlusconi se han asustado. Temen ser engullidos por un "partido único" donde cuenta sólo el líder: ninguno supera el 12% del electorado contra el 21% de Forza Italia, de Berlusconi. Y también porque se ignora lo que el primer ministro querrá ser de mayor, según reza un refrán italiano. En los entresijos de la política se rumorea que el magnate está tentado por la presidencia de la República.

Los aliados de Berlusconi han puesto también sobre la mesa la sucesión del líder de los conservadores, cargo al que aspiran varios supuestos herederos. Desde hace varios meses en Italia se habla como si Berlusconi ya hubiera acabado con la política, aunque ayer mismo éste anunció que volverá a presentar su candidatura para jefe de Gobierno.

"Estoy de acuerdo con el partido único", ha dicho Roberto Formigoni, presidente de la región de Lombardía. Sin embargo, su idea no coincide exactamente con la de Berlusconi. "Ese partido tiene que ser la antítesis de un partido único en el sentido de organización o partido-empresa", subraya, puntualizando que, en su seno, "la clase dirigente debe ser elegida democráticamente", es decir, a través de unas primarias.

Una base ética

"No me opongo a trabajar para un nuevo sujeto político", dijo por su parte Marco Follini, secretario de la Unión de Centro (UDC), aliada de Berlusconi. "No hablemos de partido único --matizó--, sino de un gran contenedor democrático, de un partido que se dirija a los ciudadanos apuntando a la recuperación de la moralidad, porque sin una base ética no hay futuro".

Gianfranco Fini, ministro de Exteriores de la ultraderechista Alianza Nacional, ha recordado que su partido "había alentado a discutir sobre un nuevo sujeto político", pero no ha ido más allá. "Ningún freno al proyecto", ha constatado Berlusconi, que ya ha cambiado el adjetivo "único" --de regusto dictatorial-- por "unitario". "Lo quiere el 99% de nuestros electores", ha dicho, mostrando las cifras del último sondeo.