Los conservadores liderados por Silvio Berlusconi han agudizado una ofensiva sin precedentes, que llevan a cabo desde hace un mes, para derribar al Gobierno progresista de Romano Prodi, que ya tiene graves dificultades internas. La crispación política alcanzó su cúspide en los últimos días con la publicación en la prensa de extractos de unas escuchas telefónicas que implican, aunque no penalmente, a varios líderes de los Democráticos de la Izquierda (DS), principal partido del centroizquierda.

Las elecciones municipales de hace tres semanas, que ganó el centroderecha, envalentonaron a Berlusconi a pedir la convocatoria de legislativas porque "el país no quiere al Gobierno de Prodi". "¡Elecciones, elecciones, elecciones!", repite el líder de la oposición frente a las cámaras. Un mes después de que Berlusconi anunciara que iría a ver al presidente de la República, Giorgio Napolitano, para decirle que "el Gobierno de Prodi ha hecho precipitar a Italia en un abismo", tres de los cuatro líderes de su coalición serán recibidos el miércoles por el jefe del Estado. Pierferdinando Casini, líder del UDC, se ha desmarcado.

Tras un año de esfuerzos para sanear las cuentas del Estado, el Gobierno se enfrenta ahora a las presiones de sus aliados de la izquierda radical. En este contexto, un tribunal de Milán permitió el lunes que los abogados accedieran a las transcripciones de conversaciones telefónicas interceptadas en el 2005, cuando el grupo de las aseguradoras Unipol intentaba hacerse con la mayoría de las acciones de la Banca Nazionale del Lavoro (BNL).

ACUSACIONES D´Alema acusó el jueves a los jueces de permitir las filtraciones, y tildó de "bazar árabe" el tráfico entre abogados y periodistas "bajo la mirada negligente de la magistratura". El presidente del Tribunal de Apelaciones de Milán, Giuseppe Grechi, aconsejó ayer a D´Alema que si cree que se hay delito "lo denuncie a la fiscalía".