Silvio Berlusconi, de 82 años, no puede presentarse a las elecciones del 4 de marzo a causa de una condena por estafa fiscal, pero desde hace semanas está presente en todos los escenarios de Italia, principalmente televisiones, radios y teatros. Con las facciones más rígidas y más pelo trasplantado que años atrás, pero con la misma vitalidad. «Soy joven, tengo 18 años, me levanto a las seis, corro, nado y me enfado con los diarios», dice, a la par que mantiene a raya las tres formaciones de la derecha italiana.

Los últimos sondeos publicados atribuyen a su partido, Forza Italia, el 16,3% de los votos. El interesado ha explicado su exclusión de las listas con «cinco golpes de Estado», correspondientes a los cinco gobiernos no salidos de las urnas desde que en el 2011 fue defenestrado como primer ministro a instancias internacionales (FMI, UE, BCE), en medio de la crisis de la deuda que sacudió Europa.

La segunda formación de la derecha es la Liga Nacional (antes Liga del Norte), que usa el eslogan Todos con Salvini, apellido del secretario, Matteo. Los sondeos le dan el 13,2%. El sucesor de Umberto Bossi, fundador del partido, se presenta como el candidato de la derecha a presidir el Gobierno. El resultado electoral determinará quién gana la pelea: si él o Berlusconi.

En último y tercer lugar de la derecha, se encuentra Giorgia Meloni, que con Hermanos de Italia (FdI) puede aspirar al 4,8% de los sufragios. Reúne a los restos más decentes de los expartidos de la extrema derecha que con los años se han fundido entre sí. Juntos, los conservadores suman el 34,3% de los votos, lejos del 40% necesario para obtener la mayoría absoluta. «Vengan, señores, vengan», dice Berlusconi a la docena de tránsfugas de los indignados del Movimiento 5 Estrellas. Las promesas de Berlusconi son: elección directa del jefe del Estado, una ley contra los tránsfugas del Parlamento (500 en los últimos meses) y la imposibilidad de apelarse una absolución en primera instancia, pensiones mínimas a 1.000 euros mensuales, amnistía para las ilegalidades en la construcción, una tarifa fiscal plana para todos al 23%, eliminación de los impuestos sobre los inmuebles, los coches, las donaciones en vida y las sucesiones en las herencias.