Poco caso hicieron ayer sus señorías a los llamamientos a la calma del presidente de la República, Giorgio Napolitano. La comparecencia ante la Cámara de los Diputados del ministro de Interior, Roberto Maroni, para dar detalles de la agresión "premeditada" sufrida por Silvio Berlusconi el domingo derivó en una gran bronca. Berlusconistas y opositores se entregaron a un cruce de acusaciones en torno a quién ha generado el "clima de odio" que devora la vida política.

Para Maroni, "los tonos ásperos de la dialéctica política y la creciente campaña contra el primer ministro acaban provocando una espiral de emulación". Fabrizio Cichitto, portavoz del Pueblo de la Libertad, el partido de Berlusconi, acusó de la "campaña de odio que se inició en 1994" contra el primer ministro al grupo editorial Repubblica-L´Espresso, al diario Il Fatto , al programa de la TV pública Annozero y al periodista Marco Travaglio, al que llamó "terrorista mediático". Pero eso no fue todo. Tras ajustar cuentas con la prensa desafecta, Cichitto tiró con bala contra la oposición progresista, en especial contra Italia de los Valores (IdV) y su líder, el exjuez Antonio Di Pietro, por haber dicho que es Berlusconi quien instiga a la violencia. También hubo leña para algunos sectores del Partido Demócrata (PD, mayoritario en las filas opositoras), cuyo objetivo es, a juicio de Cichitto, "dar la vuelta al legítimo resultado electoral". Los diputados del PDL remataron la faena abandonando el hemiciclo para no escuchar a Di Pietro, que no se mostró conciliador. Devolvió la pelota al Gobierno: "No nos dejaremos intimidar. Desde hace 15 años luchamos contra medidas que ofenden las conciencias. Esto crea odio, esto arma la mano instigada por problemas de una mayoría y de un Gobierno que doblegan al Parlamento para su propio uso", sostuvo. Previamente, Il Giornale , diario de la familia Berlusconi, había calentado el choque apuntando a Di Pietro y a los jueces.

En cuanto a los detalles del incidente, Maroni explicó que el agresor --Massimo Tartaglia, de 42 años y con problemas mentales-- actuó con "rabia" y premeditación, puesto que a las 11 de la mañana ya estaba en la plaza del Duomo de Milán preparando su ataque. Además de desmentir a los dos testigos que afirmaron haber avisado a la policía de que Tartaglia profería amenazas contra Berlusconi antes del mitin, el ministro de Interior anunció que el Gobierno estudiará iniciativas legislativas para "bloquear" las páginas web que "ensalzan la agresión" al primer ministro y "difunden mensajes de instigación a delinquir". El líder democristiano, Pierferdinando Casini, apeló a la libertad de expresión.

Los servicios secretos consideran que la agresión fue "un gesto aislado y no vinculado a ninguna voluntad ni ningún motivo político", pero temen que pueda repetirse por la tensión política que vive el país.