Bernie Sanders volverá a competir por la nominación demócrata a la presidencia de Estados Unidos tras perderla en 2016 contra Hillary Clinton por un margen mucho más estrecho de lo que casi todo el mundo esperaba. El senador independiente por Vermont es un socialdemócrata declarado, apegado a la vieja tradición del populismo estadounidense y con un discurso centrado en la desigualdad económica, la precariedad laboral y la influencia desmedida de los grandes intereses en el sistema político norteamericano. Pero ya no es el quijote desconocido de la última campaña. Sanders parte esta vez con más músculo financiero que todos sus rivales demócratas, con un engranaje organizativo en los 50 estados y con una legión de seguidores extremadamente motivados.

Con Sanders son ya 12 los candidatos demócratas que aspiran a disputarle la presidencia a Donald Tump en el 2020. Una larga lista que incluye a otros populistas de izquierdas inspirados por sus ideas, como Elisabeth Warren o Tulsi Habbard; centristas como Amy Klobuchar, Julián Castro o Pete Buttigieg; o progresistas en la vena de Barack Obama como Kamala Harris y Cory Booker. No se descarta que se postulen el exvicepresidente Joe Biden, el tejano Beto O’Rourke o el multimillonario Michael Bloomberg.

El camino del senador nacido en Brooklyn, en el seno de una familia judía, no será fácil. Tiene 77 años, una edad que le convierte en uno de los candidatos más viejos en competir nunca por la presidencia, y durante la campaña de 2016 demostró tener muchos problemas para conectar con el electorado negro, uno de los pilares del voto demócrata. También tendrá que vencer al estigma que la etiqueta del «socialismo» sigue arrastrando en EEUU, una baza que están explotando los republicanos para demonizar a sus rivales y presentarlos como peligrosos radicales que quieren convertir al país en otra Venezuela. Bernie sostiene que su modelo es la socialdemocracia europea.