Año y medio después de su elección, el pontífice Benedicto XVI cuenta desde ayer con una nueva plana mayor de gobierno vaticano, que pasa página a una época. Al frente de su equipo, Joseph Ratzinger ha colocado al salesiano Tarcisio Bertone en lugar de Angelo Sodano como primer ministro de la Santa Sede, relegando a un segundo plano los aspectos políticos, diplomáticos y sociales de la institución, para subrayar que, antes que otra cosa, se trata del Ejecutivo de una confesión religiosa.

En los ambientes vaticanos se interpretan de esta manera los nombramientos del cardenal Bertone, de 71 años, como secretario de Estado, y del ministro de Exteriores del Papa, el arzobispo francés Dominique Mamberti, de 54 años, que ayer tomaron posesión de sus cargos respectivos. Mamberti se refirió poco después a las críticas procedentes del mundo musulmán asegurando que el diálogo entre las religiones es "una cuestión crucial" a la que piensa dedicar grandes esfuerzos desde su actual posición, en consonancia con lo que desea el Papa.

FIEL SECRETARIO El extrovertido, pero rígidamente ortodoxo, cardenal Bertone no procede de las filas diplomáticas, como todos sus predecesores desde principios del siglo pasado, con una sola excepción, sino que ha pasado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde fue fiel secretario de Joseph Ratzinger, y por la diócesis de Génova. Fue el arzobispo que llamó a cerrar filas contra del libro de Dan Brown El Código da Vinci, y escribió, junto al entonces cardenal Ratzinger, el documento Dominus Iesus , en el que se afirma que la religión católica es superior a las otras confesiones.

"Espero tener ocasión de acentuar la misión espiritual de la Iglesia, que va más allá de la política y de la diplomacia", ha explicado el purpurado que, desde ayer, ejercerá como interlocutor de los grandes de la Tierra que visiten al Papa.

Como primera autoridad de la Secretaría de Estado, Bertone ha anunciado que intentará "adaptar las estructuras existentes a la misión de la Iglesia y a comprobar si todo lo que existe debe ser mantenido". La frase ha sido interpretada como el anuncio de una amplia reforma de la curia romana.