Difícilmente exagerará quien piense que las elecciones de noviembre en Estados Unidos serán las más trascendentales de su historia reciente. El próximo presidente heredará un país en crisis, sumido en una profunda recesión y acechado por una pandemia sin fecha aparente de caducidad. Como candidatos pugnarán dos hombres blancos y septuagenarios, a los que el virus ha convertido en población de riesgo. De ahí que esta vez la elección del número dos haya cobrado una relevancia especial, más en el caso de Joe Biden, el único de los aspirantes que no se siente inmortal. Biden llegaría a la Casa Blanca con 78 años, una edad que le convertiría en el comandante en jefe más anciano de la historia.

La búsqueda de su candidato a la vicepresidencia ya ha comenzado. Será con toda seguridad una mujer, como prometió Biden en el último debate de las primarias, poco antes que el coronavirus le obligara a encerrarse en su casa de Delaware. Solo falta saber con cuál se quedará de la docena de candidatas que su campaña está barajando. La decisión final marcará probablemente el rumbo de su programa político, que está basculando hacia la izquierda tanto por los rigores impuestos por el coronavirus como por el desenlace de las primarias.

«Lo más importante es escoger a alguien que a ojos de los estadounidenses pueda ser presidenta desde mañana mismo si a mí me sucediera algo», ha reconocido Biden. No es un escenario descabellado, dada la fragilidad física demostrada por el candidato durante las primarias, quien ha sugerido también que no se presentará a un segundo mandato si acaba conquistando la Casa Blanca. Por el momento no da muchas más pistas. Su equipo ha empezado a entrevistar a algunas de las futuribles y ha pedido autorización a otras para investigar su pasado político, financiero, médico y personal, un trámite indispensable para evitar sorpresas.

Entre 5 y 8 semanas

Biden ha confirmado que el proceso durará entre cinco y ocho semanas, lo que le permitiría anunciar a su lugarteniente antes de la Convención Demócrata, prevista para el 17 de agosto. «Te juro por dios que en estos momentos no sé quién será», dijo el jueves en una entrevista. Como asesor en la distancia cuenta con Barack Obama, quien le escogió por estar en «completo alineamiento» con su estrategia política, por más que pudieran diferir en las tácticas, según ha explicado Biden.

En la parrilla de salida hay una docena de dirigentes. Muchas son afroamericanas, un sector del electorado al que Biden debe su resurrección en las primarias de Carolina del Sur cuando nadie daba un céntimo por él. Nombres como la senadora y excandidata Kamala Harris, la expresidenta de la Cámara baja de Georgia Stacey Abrams, la congresista por Florida Val Demings o la exconsejera de Seguridad Nacional Susan Rice. Entre las candidatas hispanas suenan Catherine Cortez Masto, senadora por Nevada, y Michelle Lujan Grisham, gobernadora de Nuevo México. Y la lista la completan varias mujeres blancas, como las también excandidatas y senadoras Amy Klobuchar y Elizabeth Warren o la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer.

De su perfil ideológico no se pueden extraer muchas condiciones porque hay de todo, desde figuras conservadoras y experimentadas como Rice y Klobuchar, a combativas idealistas como Warren y Abrams. En cualquier caso, el mayor problema de Biden pasa por seducir a los jóvenes y la izquierda del partido, que apoyaron abrumadoramente a Bernie Sanders en las primarias y no necesariamente votarán por Biden a menos que su vicepresidenta les convenza.