"Construiremos Afganistán con el islam, no con carreteras. Y por cada centímetro de camino que los ocupantes asfalten, 300 no creyentes se convertirán en musulmanes". La alegórica referencia es del mulá Dadulá, un comandante del selecto directorio del movimiento talibán en la clandestinidad, al que se atribuyen, entre otras hazañas, la voladura de las dos estatuas de Buda en Bamiyan.

Mientras, la reconstrucción avanza a trancas y barrancas en el norte de Afganistán, y apenas puede decirse que haya empezado en el sur y sureste del país, un territorio indómito refugio de los talibanes y de Al Qaeda, donde se han orquestado la mayor parte de las acciones terroristas que en los últimos seis meses han causado una sangría de 550 víctimas mortales. "Si de aquí a fin de año la situación no se estabiliza, Afganistán habrá quedado olvidado, sin fondos para la reconstrucción, desestructurado y bajo el imperio de los señores de la guerra", alerta Rafael Vilasanjuán, director general de Médicos Sin Fronteras (MSF).

La suerte ha sonreído temporalmente a Afganistán y, gracias al fantasma de Osama bin Laden, ha vuelto a entrar en la agenda internacional, en especial en el calendario de George Bush. Transformado Bin Laden en amuleto electoral, el presidente de EEUU aprobó a finales de febrero un plan --con la vista puesta en su reelección-- para capturar al jefe de Al Qaeda.

Preciados trofeos

Aunque la Casa Blanca niega que Bin Laden influya en la estrategia electoral, los asesores de Bush no ocultan las ventajas que reportaría llegar a las presidenciales de noviembre con Sadam y Bin Laden entre rejas.

Pero no sólo la persecución de Bin Laden corre pareja a la suerte de Bush en las urnas. La apresurada convocatoria de elecciones presidenciales en Afganistán para este verano forma parte del corolario ideológico de una Casa Blanca empeñada en presentar una cuenta de resultados positiva de la guerra contra el terrorismo. "Las elecciones en Afganistán son prioritarias para Bush", considera Orzala Ashraf, presidenta de Asistencia Humanitaria para las Mujeres y los Niños en Afganistán. "Convienen a sus planes políticos". "Pero constituyen, si sirven para reducir la influencia de los señores de la guerra, la única oportunidad para las fuerzas democráticas", reconoce. Esta versión afgana de Madre Coraje proclama que, "si no se acaba con los señores de la guerra, tampoco acabará el terrorismo de Al Qaeda y la perspectiva de que Afganistán retorne al pasado como central del terror internacional".

Los problemas se agolpan en Kabul y acucian al presidente afgano, Hamid Karzai, falto de poder, menospreciado por proyanqui, y maniatado por los señores de la guerra y sus connivencias con el tráfico de droga: un negocio que alcanza proporciones dantescas y que amenaza con paralizar la reconstrucción.

Aprovechando que "el poder central no existe", en palabras del director general de MSF, los traficantes, con ramificaciones en el Gobierno, han logrado distribuir desde Afganistán el 75% del opio mundial. La producción, según la ONU, rebasó las 3.600 toneladas en el 2003, lo que supuso unos ingresos de 2.300 millones de euros, el 50% del producto interior bruto, más que la ayuda internacional. "Todos reconocemos que los recursos del tráfico de droga nutren el terrorismo; por tanto, combatir el tráfico de droga redunda en el combate contra el terrorismo", clamó Antonio María Costa, director de la oficina de la ONU contra la Droga y el Crimen, para atraer la atención de EEUU.

Apariencia de Estado

Los 11.000 soldados de la operación Libertad Duradera y los 6.100 de la Fuerza Internacional para la Asistencia en Seguridad (ISAF) no sirven para dar apariencia de Estado a Afganistán, donde sólo se han desarmado 3.000 combatientes de los más de 100.000 de las milicias de los señores de la guerra.

Para Alemania, que ha dirigido hasta hace unas semanas las tropas de la ISAF, el cúmulo de problemas es tal que fuentes del Ministerio de Defensa pronostican "una larga permanencia en Afganistán". "Si la unificación alemana lleva 15 años y no ha concluido pese a disponer de personal cualificado, en Afganistán la reconstrucción debe plantearse aún a más largo plazo. Además, si el contingente internacional se retira --declaran expertos militares alemanes-- el país se desgajará".

A fin de conjurar esta amenaza, el representante de la Unión Europea para Afganistán, Francesc Vendrell, evaluó en 30.000 los soldados necesarios para imponer una pax americana : apenas hay un tercio, insuficientes para poder celebrar unas elecciones libres. En el ámbito económico, el desfase es similar. El Gobierno de Karzai estimó en 20.000 millones de euros la cantidad necesaria para la reconstrucción, muy alejada de los 2.000 millones destinados por EEUU.

Ante esta aritmética inapelable, EEUU se contenta con introducir nuevas medidas de contrainsurgencia. Una estrategia simplista que sólo ve en el jefe de Al Qaeda un trofeo electoral, que acabará por enterrar en el olvido la primera guerra contra el terrorismo.