"La situación ha vuelto a la normalidad". Silvio Berlusconi se muestra satisfecho al final del G-8, tal vez porque un solo periodista, de los 3.000 acreditados, aludió a su vida privada. "No habéis conseguido lo que queríais", le espetó, que se supone que era ponerle en entredicho ante los líderes mundiales. "No he atacado a la prensa, sino que ha sido al revés", remató. Eso sí, en la conferencia final, citando a uno de los padres del humanismo, Erasmo de Rotterdam, se autocelebró por su "lúcida locura" de trasladar la cumbre del archipiélago de la Maddalena (Cerdeña), a L´Aquila, devastada por un seísmo que causó 307 muertos y 30.000 desahuciados: "He recibido cumplidos de todos e incluso alguno me ha dicho que es el mejor G-8 en el que ha participado".

Tal es su empeño en la reconstrucción de L´Aquila que busca casa en la ciudad para el verano. Con una esposa que ha pedido el divorcio y las víctimas del seísmo pidiendo viviendas, Berlusconi quiere supervisar las obras.

Más allá de los aplausos por la gestión de la presidencia italiana, hay algunos detalles reveladores. Como que, al final de la visita al presidente de la República, Giorgio Napolitano, Obama subrayara que es una "persona de integridad moral absoluta". El dosier para el G-8 de la Casa Blanca dedicaba tres páginas a su biografía y solo 50 palabras a la de Berlusconi.