Si el bizcocho hecho por la suegra del teniente Omar Sam llega tierno dentro de 10 días a una familia de Haití será un milagro y un regalo más de los muchos que ayer por la tarde partieron de la base naval de Rota, en Cádiz, a bordo del buque Castilla. Junto al pastel, envasado al vacío y relleno de cariño, embarcaron 450 militares de la Armada que durante tres meses, de momento, se sumarán al esfuerzo humanitario internacional desplegado para ayudar a la desdichada nación caribeña.

Cada uno de los militares guardó espacio en su macuto para la solidaridad. El teniente Sam, de 31 años, ya estuvo en Haití en el 2005 en el contingente de Infantería de Marina que, embarcado como ahora en el Castilla, trabajó con la ONU en misión humanitaria. De aquellos meses en los que Haití ya era pobre, recuerda el desconsuelo de los niños y "la utilidad de un abrazo, un gesto y una sonrisa". Y la suya, bella mezcla chocolatada de maliense y madrileña, lo será, aunque la situación que encontrará es diferente. En el muelle le despidieron con lágrimas y al atracar le recibirán con hambre. Como tantos, se lleva peluches, globos y golosinas para las sonrisas, tan necesarias cuando hay dolor.

El Castilla es una embarcación anfibia de asalto, diseñada para el combate, que cuenta con un completo servicio médico del que se ocuparán 27 médicos y sanitarios, entre ellos un cirujano. El teniente enfermero Saúl Fernández Pino lleva seis años sanando heridas en alta mar. No son los del Castilla enfermeros de bata blanca. Equipados con material de primera, en los últimos cuatro días han cargado un arsenal de medicinas. Saben los médicos militares que las amputaciones se están realizando en vivo, porque falta morfina. Llevan. Y que se enfrentan a la amenaza que ya se cierne del dengue y del tifus. Y ante una duda, disponen de una conexión en videoconferencia por satélite con el Hospital de la Defensa Gómez Ulla de Madrid que permite que un especialista dirija desde Madrid una intervención en el buque.

La desesperación

En 10 días, los militares de la Armada llegarán al país del vudú y de la superstición conscientes que bajo tierra yacen los primeros 75.000 cadáveres, pero que faltan muertos por enterrar. Por eso, junto a los médicos, navegan infantes para desescombrar y reconstruir. Antes del terremoto, el 80% de los haitianos ya vivía en la pobreza absoluta, tres cuartas partes carecían de agua y ya era un pueblo acostumbrado a sufrir. Pero ahora matan por sobrevivir, y a esa desesperación le temen los familiares de los militares.

Mari Loli Berlanga ha visto tantas cosas por la televisión que llora por su hija, que la saluda entusiasta en la proa. "Su abuelo era sargento. Mírala, tan chiquita, y los dos cojones que tiene", dice mientras la marinero recoge la escalera por la que unas horas antes subió la ministra de Defensa, Carme Chacón, para despedir personalmente la misión.

El orgullo de madre hincha como el de novia. Y orgullosa se siente Alexandra, novia de Cristina, y militar como su chica de la Armada. Se conocieron hace dos años y es la primera vez que se separan. A Cristina le tocó bajar a tierra a largar amarras. Y ni una ni la otra resistieron la tentación de abrazarse y dedicarse un apasionado beso en tierra antes de que el Castilla zarpara a repartir humanidad. En el enamorado adiós, Alexandra perdió unas lágrimas. Los militares lloran.