Tony Blair no pudo evitar ayer el debate sobre Irak en Bournemouth, pero logró controlarlo sin el menor sobresalto. Las intervenciones del ministro de Defensa, Geoff Hoon, y el titular de Exteriores, Jack Straw, defendiendo la intervención armada, fueron aplaudidas por los delegados.

Tanto Hoon como Straw explicaron que la decisión de enviar tropas a Irak fue "la más grave" de las adoptadas por el Gobierno y que "no se tomó a la ligera". La fórmula maquiavélica del equipo de Blair para neutralizar el malestar de los delegados fue la de invitar al líder de otro país, invadido por británicos y norteamericanos, a que diera gracias por esa intervención.

INVITADO EL LIDER AFGANO

El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, cumplió con la misión, describiendo hasta qué punto ha mejorado la vida de los afganos desde la caída del régimen talibán.

A pesar de que Irak ha dominado el congreso laborista, que hoy concluye, el debate había sido eliminado el domingo. La exclusión provocó tal polémica que fue reintroducido por la vía de urgencia, aunque en una versión light y sin votación sobre la decisión del primer ministro.

"Es una tragedia y una vergüenza que el Gobierno laborista, el partido de la paz y de la justicia nos haya llevado a la guerra por razones falsas", afirmó el sindicalista Mick Hogg. "Fuimos engañados. Nos dijeron que había armas de destrucción masiva y no sólo programas, sino armas que podían ser activadas en 45 minutos", clamó la diputada Alice Mahon.

REVES EN LA SANIDAD

Donde Blair no pudo evitar la derrota fue en la reforma de la sanidad pública. Los delegados votaron contra el proyecto de financiación independiente de los hospitales públicos, que podrán competir por los pacientes, pedir préstamos, invertir dinero o vender productos de sus laboratorios.