Un día después de que arrancara en el Senado su impeachment, el primer tuit de ayer del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no iba dedicado a vilipendiar el proceso o a los demócratas o defender su inocencia. Lo primero que ha tecleado es «Mini Mike Bloomberg», uno de los descalificativos, junto a «pequeño Michael», con el que denosta al exalcalde de Nueva York.

No parece lo más acertado porque nada, ni siquiera la altura de 1,76 metros, es pequeño en Bloomberg. Con una fortuna de más de 60.000 millones de dólares según Forbes (54.000 millones de euros) y 8.000 millones en donaciones filantrópicas, el dueño de la agencia de noticias de terminales ubicuas en el mundo económico es a los 77 años uno de los hombres más ricos del mundo. Y desde que el 24 de noviembre, un año después de volver al Partido Demócrata, entró en la carrera electoral para lograr la nominación para las elecciones del 2020 está teniendo, y puede tener, un impacto de enormes dimensiones, tanto para la formación como para Trump.

Gasto récord // Tirando solo de sus profundas arcas Bloomberg está haciendo añicos los registros de gasto de campaña. Lleva invertidos cerca de 200 millones de dólares solo en anuncios. Se estima que serán 400 millones, más de lo que Barack Obama gastó en publicidad en todo el 2012, para el 3 de marzo, cuando empiece a competir en el supermartes tras decidir en una inusual estrategia no luchar en las primeras citas en Iowa, Nuevo Hampshire, Nevada y Carolina del Sur.

Las cifras, además, no incluyen la inversión de cientos de millones de dólares que Bloomberg ha prometido para una ambiciosa operación de minado de datos, ni lo que está gastando en crear una mastodóntica estructura. Cuenta ya con cerca de 1.000 empleados en 33 estados, gente a la que ha asegurado empleo hasta la convención en verano o hasta noviembre, sea o no el nominado.

Para entender a Bloomberg hay que ir más allá de los números que plantean que puede acabar gastando más de mil millones de dólares. Su meta principal es sacar del Despacho Oval a Trump y, a juzgar por declaraciones como la de su asesor Howard Wolfson, fue ante el temor de que ninguno de los otros candidatos lo consiguiera por lo que se presentó. Al ser preguntado sobre si Bloomberg temía un nominado progresista como Sanders o Warren Wolfson dijo: «no tiene miedo de que ganen (la nominación). Tiene miedo de que no vayan a ganar» (a Trump).

En el presidente tiene Bloomberg la diana central de mensaje, o al menos tan importante como la defensa de sus propias propuestas políticas. Según los datos que baraja, entre el 10 y el 15% de quienes le votaron en el 2016 están dispuestos a reconsiderar su apoyo y Bloomberg les anima poniendo el foco en su «falta de civismo», sus «mentiras» o su «caos» o cuestionando su supuesta consideración por los trabajadores.

que perdure // En cualquier caso su inusual campaña está diseñada para ayudar a todo candidato. Mientras el calendario de primarias y las limitaciones económicas obligan a aspirantes como Joe Biden, Sanders, Warren y Pete Buttigieg a centrarse en los primeros estados, los anuncios de Bloomberg se propagan en lugares que votan el supermartes o más tarde, como Pensilvania o Wisconsin, clave en noviembre. Y llena el vacío de mensaje demócrata donde el de Trump domina.

La potente estructura que Bloomberg ha creado, además, está pensada para minar con precisión datos como esos y otros demócratas a los que no tendría acceso si no fuera candidato, información que luego podrá facilitar una organización sobre el terreno y movilización en las urnas que ayudará frente a los republicanos no solo en la carrera presidencial o las del Congreso federal sino también a nivel estatal.

Ideológicamente moderado para un partido que ha girado a la izquierda, pero pragmático, ya en el 2018 dedicó decenas de millones de dólares a ayudar a los demócratas en las legislativas.