Irán celebra hoy unas elecciones parlamentarias ensombrecidas por la anulación de 2.300 candidaturas progresistas. Las calles de Teherán, la capital, no muestran ningún signo de efervescencia electoral. Sólo la tele, controlada por los conservadores, recuerda a los ciudadanos su deber de votar en una campaña en la que el principal partido progresista, el Frente de Participación, ha llamado a boicotear la consulta.

Un mensaje al móvil promueve el bloqueo: "Las urnas serán el ataúd de la democracia, nosotros no participaremos en el entierro de la libertad. Envíe este mensaje a otras cinco personas". Algunos observadores auguran que sólo el 30% de los 46 millones de ciudadanos mayores de 15 años convocados irán a votar.

Estas elecciones, después de que el ultraconservador Consejo de Guardianes de la Constitución anulara las candidaturas, supone el fin del espejismo reformista que Irán vive desde 1997, cuando Mohamed Jatami llegó a la presidencia. Jatami no puede presentarse a un tercer mandato y ha dejado a su hermano, Mohamed Reza, a cargo del partido Frente de la Participación. Pero su candidatura es una de las anuladas. Los partidos progresistas han pedido posponer las elecciones, pero el líder religioso supremo, Ali Jamenei, lo ha desestimado.

Paralelamente, el Gobierno iraní tuvo que hacer frente ayer a la denuncia de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), que dijo haber hallado tecnología para enriquecer uranio. "Todas estas máquinas centrifugadoras tenían que haber sido declaradas", dijo uno de los diplomáticos que participa en las inspecciones en el país.