Cerca de 90 personas, incluyendo a un número de civiles aún por determinar, perdieron ayer la vida en el norte de Afganistán, en una región norteña próxima a la frontera con Tayikistán, en el transcurso de un bombardeo llevado a cabo por aviones de la Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad (ISAF) contra dos camiones cisterna que los insurgentes se habían incautado en un falso control de carretera. En el caso de confirmarse plenamente esta nueva matanza de civiles, ello supondría un jarro de agua fría para la nueva estrategia que pretende implantar el comandante de las tropas extranjeras en Afganistán, el general Stanley McCrystall, de fijar como prioridad la protección de los civiles --en lugar de la busca y captura de los rebeldes-- para así ganarse el favor de la ciudadanía afgana.

El ataque se produjo en el distrito de Alí Abad, unos kilómetros al sur de la misma ciudad de Kunduz. La confusión más absoluta reinaba ayer sobre el número de muertos y el porcentaje de civiles afectados. En un primer momento, el Ejército alemán, a cuyo cargo se halla la provincia de Kunduz, afirmó que "ninguna persona que no estuvo implicada en el secuestro de los camiones cisterna" resultó dañada, al tiempo que calificaba de "propaganda" los informes en ese sentido. Casi simultáneamente, un portavoz local afgano precisó que habían muerto 90 personas, la mayor parte de ellas talibanes, así como "un pequeño número de civiles, incluyendo a algunos menores, que habían ido a buscar gasolina".

En cambio, según testimonios citados por la agencia afgana AIP, el ataque causó decenas de bajas entre la población civil, incluidos mujeres y niños. El portavoz de la ISAF, el general de brigada Eric Tremblay, admitió que un número elevado de civiles podría haber fallecido: "Según la información que recibimos de Kunduz, parece que muchas víctimas civiles están siendo evacuadas".

Lo que nadie parece disputar es la película de los acontecimientos. Durante la noche, dos camiones cisterna con gasolina fueron secuestrados por los rebeldes en la carretera que une las provincias de Kunduz y Baghlan. Cuando los rebeldes intentaban llevar ambos vehículos al distrito de Charsadah, se quedaron atascados en un banco de arena, a campo abierto, mientras intentaban vadear un río. Ante esta situación, los insurgentes invitaron a los lugareños a que se acercaran y a que recogieran gratis gasolina.

En ese momento, un avión de EEUU localizó a los vehículos en la ribera del río con civiles arremolinados a su alrededor. Fue en ese momento cuando se inició el bombardeo aéreo contra el objetivo. Los disparos provocaron una enorme bola de fuego, que hizo que muchas víctimas sufrieran graves quemaduras.

TALIBANES Y GOBIERNO Mohamed Sarwar, un anciano de la provincia, confirmó que los talibanes estaban ofreciendo gasolina a la concurrencia. "Culpamos tanto a los talibanes como al Gobierno", sentenció.

La probable masacre se produce en el momento más inoportuno para la aspiración de la ISAF de recuperar el favor perdido de una parte importante de la ciudadanía afgana, debido al elevado número de víctimas civiles que a veces ocasionan los bombardeos de la OTAN.

Alarmado ante el cariz de los acontecimientos, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, prometió una investigación "inmediata y completa" sobre este bombardeo. La ONU anunció lo mismo con un equipo sobre el terreno.