Después de la ola de incidentes con tinte xenófobo contra los inmigrantes venezolanos en el estado de Roraima, el presidente interino de Brasil, Michel Temer, ordenó la intervención de las Fuerzas Armadas en la frontera con Venezuela. El decreto, que tiene validez hasta el 13 de septiembre, busca, según Temer, «ofrecer seguridad a los ciudadanos brasileños y a los inmigrantes venezolanos que huyen».

El presidente interino dijo haber tomado la decisión «para complementar las acciones humanitarias» en las zonas conflictivas. Se trata en realidad de la segunda intervención castrense en cuestiones del orden político. El año pasado, Temer envió a las Fuerzas Armadas a Río de Janeiro para dotar de mayor eficacia a la lucha contra el narcotráfico. La opinión de los cariocas sobre la presencia militar es cada vez más negativa.

Ahora le toca al paupérrimo estado de Roraima, donde se calcula que se han instalado casi 60.000 venezolanos. Hace una semana, los empobrecidos habitantes de la localidad de Pacaraima protestaron por la presencia de los inmigrantes. Creen que ponen en peligro su precaria subsistencia. Según la revista Carta Capital, «los males de la recesión y de la austeridad de la política económica» se agravaron en el norte brasileño: el paro en sus grandes ciudades es del 17%, y aumentan la miseria y la violencia. La posibilidad de que lo ocurrido en Pacaraima se repita en otras partes de Roraima es lo que, dice Temer, le ha obligado a desplegar a los uniformados y otorgarles poder de policía.

El Gobierno venezolano se ha abstenido por ahora de comentar la medida tomada por Brasil. El presidente Nicolás Maduro ha priorizado sus críticas a Colombia y Perú por el modo en que han abordado la cuestión. «Dejen de ser menospreciados por otros, acá en su tierra los esperamos con los brazos abiertos», dijo Maduro a los que emprenden el éxodo porque no ven más que un horizonte sombrío. El peligro de que la hiperinflación no se detenga está latente.