La pandemia saca a la luz las zonas más oscuras de la política brasileña. Las 1.039 muertes del martes convirtieron al gigante sudamericano en el país con más decesos diarios en el mundo. Los especialistas creen que esa primacía no será provisional. Los casos letales perforan la barrera de los 25.000. El número de infecciones se acerca oficialmente a los 400.000, pero las proyecciones de dos universidades estiman que es siete veces mayor.

Mientras tanto, la política sanitaria sigue a la deriva. Tras la dimisión del oncólogo Nelson Teich, el Ministerio de Salud sigue vacante. Por ahora lo conduce un experto en logística, el general Eduardo Pazuello.

Teich dio el portazo porque se oponía a la utilización de la cloroquina para tratar a los enfermos de covid-19. El tiempo no tardó en darle la razón. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha descartado esta semana el potencial curativo de ese medicamento.

En paralelo, el covid-19 acelera su diseminación. Una encuesta realizada por la organización Viva Río mostró que el 75,5% de las personas con síntomas en las favelas no buscaron atención sanitaria. La mitad conoce a alguien cercano a ellos que murió del virus. El 10% de los fallecimientos tuvieron lugar en casas, sin asistencia médica. Viva Río estima que el número de contagiados solo en esas comunidades de la «ciudad maravillosa» pronto puede llegar a 150.000.

Es precisamente el estado de Río de Janeiro foco de un escándalo en el que convergen la pandemia y la corrupción. El gobernador Wilson Witzel está siendo investigado por el presunto desvío de recursos sanitarios destinados a enfrentar la crisis del coronavirus.

Witzel es tan ultraderechista como Bolsonaro. Pero la relación entre ellos se ha deteriorado. Después de lo que ha ocurrido con él, la fiscalía general puso su mira en otros ocho estados donde existe la sospecha de irregularidades en los contratos por el sector de la salud.