El ultraderechista Anders Behring Breivik, autor confeso de los atentados del 22 de julio en Noruega con 77 muertos, quiso volar por los aires la oficina del primer ministro de ese país escandinavo, Jens Stoltenberg. Al fracasar el intento de derribar con una bomba el edificio sede del gobierno de Noruega decidió trasladarse a la isla de Utøya para cometer una masacre, revela hoy el rotativo de Oslo "VG", que publica fragmentos de los interrogatorios policiales a los que fue sometido Breivik tras su detención. El diario recuerda que Breivik hizo explotar un coche bomba en el barrio gubernamental noruego que causó 8 muertos y se desplazó seguidamente a la isla de Utøya, donde mató a tiros a 69 participantes en un campamento de las juventudes socialdemócratas.

Añade que desde su detención, el fanático ultranacionalista de 32 años ha sido sometido a 18 interrogatorios por parte de la policía con una duración conjunta de unas 130 horas. Breivick ha confesado en los mismos que sus objetivos prioritarios eran la antigua primera ministra Gro Harlem Brundtland, el titular de Asuntos Exteriores, Jonas Gahr Store, y el presidente de las juventudes socialdemócratas (AUF), Eskil Pedersen, a los que calificó de "traidores de la categoría A". El diario, que dedica un amplio reportaje a los interrogatorios a los que ha sido sometido Breivik, omite, sin embargo, detalles sobre las declaraciones hechas por el ultraderechista a la hora de describir la masacre cometida en la isla.

El director del rotativo, Torry Pedersen, explica que su decisión de hacer públicos fragmentos de los interrogatorios se debe a que la opinión pública tiene derecho a "escuchar la voz y las palabras elegidas por Breivik" para explicar su actuación. Sin embargo, los familiares de las víctimas de los atentados han criticado reiteradamente desde el verano la publicidad gratuita que los medios ofrecen a la ideología de Breivik. Durante la primera vista pública contra Breivik el pasado lunes, en la que se prolongó su previsión preventiva, el juez Torkjel Nesheim impidió a Breivik dirigirse a los familiares de las víctimas presentes en la sala y aprovechar la oportunidad para exponer sus ideas.