Un primer ministro no elegido en las urnas, sino por un grupo de patricios radicales de su partido y el voto de 92.153 afiliados en un país de 67,5 millones de habitantes, ha asestado un duro golpe al parlamentarismo del Reino Unido, una de sus señas de identidad democrática. Boris Johnson ha escogido el camino más corto hacia el precipicio del 'brexit' duro, convencido de que Bruselas reculará ante su órdago. Igual que en el juego de la gallina de Rebelde sin causa de James Dean, pierde el último en saltar del coche. Tiene plan B en el caso de que la UE no se mueva un centímetro del acuerdo alcanzado con Theresa May? Parece que no.

El Financial Times, la biblia de la clase empresarial británica y europea, escribió que "la historia ha demostrado que charlatanes, demagogos y dictadores tienen poco interés en un gobierno representativo () Puede que el señor Johnson no sea un tirano, pero ha creado un peligroso precedente". Solo el muy 'brexiter' The Daily Telegraph apoya al primer ministro, y llama al laborista Jeremy Corbyn izquierda radical. Su columnista Ambrose Evans-Pritchard ve lo ocurrido como una "muestra de vibrante democracia" y sostiene que es Europa la que se desliza hacia el autoritarismo.

Hay tres frentes para intentar derrotar a Johnson, un tipo oportunista, audaz y sin principios: el parlamentario, el judicial y la calle, que ya ha empezado a movilizarse en todo el país. Esta semana, Westminster tendrá la primera, y tal vez la última oportunidad de impedir por ley un 'brexit' sin acuerdo y bloquear su suspensión del 9 de septiembre al 14 de octubre, la fecha del discurso de la reina (escrito por el Gobierno) que activa un nuevo periodo de sesiones. Son 25 días hábiles hurtados al debate, además de congelar las iniciativas en curso. La oposición tendrá que comenzar de cero a 15 días de la ruptura.

JOHN BERCOW, CLAVE

El éxito o fracaso de la vía parlamentaria dependerá en parte de John Bercow, speaker de los Comunes (presidente), a quien odian los 'brexiters'. Es un conservador moderado, hábil y con un gran conocimiento de las leyes y de los reglamentos de la Cámara. El laborista Corbyn, un euroescéptico de izquierdas, no será recordado por su habilidad. Ha dedicado más energía a intentar desbancar a May, para ser primer ministro, que en lograr un segundo referéndum. Hace una semana propuso un gobierno de unidad nacional, con él al frente, para convocar elecciones. Nadie le apoyó, es posible que ahora sea distinto. Estamos ante la última bala. Otro candidato en una hipotética moción de censura triunfante sería el conservador Kenneth Clarke, partidario de revocar el Artículo 50 y detener el 'brexit'.

Aunque triunfase esta iniciativa, Johnson dispondrá de margen para enredar con tecnicismos para que corra el plazo y ejecutar el 'brexit' el 31 de octubre. Estamos ante una de las mayores crisis constitucionales de la reciente historia del Reino Unido. Suceda lo que suceda, el país está dividido y enfrentado, sin flema y con un inusitado nivel de violencia interior.

Además de las celebradas este sábado, están convocadas nuevas manifestaciones esta semana durante la sesión parlamentaria, que incluyen la ocupación de carreteras y puentes, con el fin de paralizar el país. Estamos en una batalla que se rige por la emoción, más que por la razón. Entre las figuras que han condenado este atropello constitucional" están los exprimeros ministros Tony Blair y John Major.

LA ÚLTIMA PALABRA, EL SUPREMO

El tercer frente es el judicial con tres patas: los altos tribunales de Escocia, Irlanda del Norte y de Inglaterra y Gales, con sede en Londres, ante los que se ha presentado, o se va a presentar, demandas para bloquear la suspensión del Parlamento. Aunque la medida de Johnson tiene precedentes, jamás se había empleado en beneficio de una parte de un partido político y con un fin claramente torticero para impedir el trabajo de la oposición. Isabel II no podía hacer otra cosa que seguir el consejo de su Gobierno y firmar. Aunque esta prerrogativa real no está sujeta a revisión de los tribunales, sí lo podría estar la propuesta de Johnson. La última palabra la tendrá el Supremo.

De momento, la Corte de Edimburgo ha descartado una suspensión cautelar en espera de más argumentos jurídicos. La batalla se pospone a mediados de mes. En el de Londres, pleitea Gina Miller, que doblegó a Theresa May obligándola a dar voz al Parlamento para que la salida de la UE no fuese una decisión gubernamental. En Irlanda del Norte están en juego los Acuerdos de Viernes Santo, que supusieron la disolución del IRA y de otras organizaciones armadas, y el inicio del proceso de paz.

Un 'brexit' duro, con frontera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, amenaza a estos acuerdos, de los que son garante el Congreso de EEUU. La presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha advertido de que bloqueará cualquier pacto comercial entre Trump-Johnson si está en peligro la paz en Irlanda del Norte.

30 DÍAS DE PLAZO

Los 'brexiters' rechazan un periodo transitorio para las dos Irlandas, en el que siga en vigor la libre circulación de personas y mercancías. Para los nacionalistas británicos sería renunciar a la soberanía de Irlanda del Norte y mantener un caballo de Troya comunitario dentro de sus fronteras. Angela Merkel le dio a Johnson un plazo de 30 días para presentar una propuesta alternativa a lo firmado por May.

En el plan de Johnson, el Reino Unido dejará de la noche a la mañana la unión aduanera y el mercado único, y abandonará la jurisdicción del tribunal europeo de justicia, y no pagará compensación alguna. Tendrá efectos en los ciudadanos europeos que viven en Reino Unido y en la circulación de personas y mercancías. Desde hace meses, numerosas empresas instaladas en el Reino Unido negocian su traslado a países de la UE. Sería un escenario dañino para todos.

Si creen que la buena noticia es que todo se habrá acabado en la noche de Halloween (31 de octubre), están equivocados. Entonces empezará la segunda parte de una relación tóxica que se adivina eterna porque en una o dos generaciones querrán volver.