En 1989, la cancillera alemana Angela Merkel era una física de 35 años que vivía en el Berlín Este. La tarde el 9 de noviembre, tras escuchar por la televisión al dirigente de la RDA Günter Schabowski, la hoy cancillera llamó a su madre y le dijo que el día que celebrarían con ostras la caída de muro estaba cerca.

Ni se le ocurrió que los hechos se precipitaran y se fue, como cada jueves, a la sauna. Cuál fue su sorpresa al salir y constatar que podía cruzar al otro lado. Lo celebró con una cerveza en casa de unos desconocidos.