Los laboristas británicos han salido destrozados de las elecciones municipales en Inglaterra y Gales. El primer ministro, Gordon Brown, ha conducido a su partido hacia la peor derrota de las últimas cuatro décadas. El Partido Laborista dio por perdida la alcaldía de Londres, donde Ken Livingstone dijo adiós a su extraordinaria carrera política al ser batido por el conservador Boris Johnson. La victoria fue adelantada por el vespertino Evening Standard, que salió a la calle con una edición especial titulando Boris es el alcalde .

Los tories y su nuevo jefe, David Cameron, lograron en cambio un resonante triunfo. Se instalaron en la capital, consolidaron su hegemonía en el sureste de Inglaterra y lograron avances, tímidos pero significativos, en Gales y el norte de Inglaterra. En una proyección de voto nacional, los conservadores lograron el 44% de votos, los liberaldemócratas, el 25% y los laboristas, el 24%, quedando relegados al tercer lugar.

Con estos porcentajes, en unas hipotéticas elecciones generales los conservadores tendrían una mayoría de 138 escaños. La participación fue del 45% en la capital y del 35% en el resto.

La debacle es aún más llamativa porque las fuerzas laboristas habían quedado muy mermadas en las municipales del 2004. Con lo poco que había quedado entonces, parecía que no podían perder mucho más, pero no ha sido así. El resultado, "decepcionante" y "malo", según reconoció Brown, pone inevitablemente en cuestión su liderazgo. "Hemos de tomar nota y mirar hacia el futuro. Mi trabajo es escuchar y mandar y eso es lo que voy a hacer", afirmó, al tiempo que achacó el castigo de los electores a la incertidumbre que ha creado la crisis económica.

Los próximos a Brown se preguntan si en verdad tendrá capacidad para volver a conectar con los votantes. Los analistas comparaban al primer ministro con el conservador John Major, cuando este sufrió una derrota similar en las municipales de 1995. Dos años más tarde, Major fue barrido por Tony Blair.

Entre los conservadores, la sensación, en cambio, era de júbilo. Cameron, seguido de una nube de cámaras, improvisó una gira triunfal por algunos de los municipios más significativos conquistados por los tories , como Nuneaton, en West Midlands y Bury en el norte de Inglaterra. "Este es un gran momento, pero no quiero que nadie piense que merecemos ganar la elección a costa de un Gobierno a la baja", afirmó.

A las once de la noche estaba claro que la guinda para los conservadores la iba a poner, en Londres, Boris Johnson. El singular diputado tory arrebataría al veterano Ken Livingstone la alcaldía que había ocupado durante dos mandatos desde el año 2000. La afluencia de votantes en los suburbios de la capital habría beneficiado a Johnson. En su triunfo también ha pesado el apoyo de la prensa de Rupert Murdoch y del grupo Associated Newspapers, que edita el Daily Mail y el Evening Standard, que se ha ensañado con Livingstone .