El nuevo líder del partido laborista británico, Gordon Brown, puso ayer fin a la era Blair, prometiendo un Gobierno dinámico, de renovación y de cambio. A los 56 años, después de 13 de amarga espera, Brown, que el miércoles se convertirá en el primer ministro del Reino Unido, tomó las riendas del laborismo de manos de su inseparable rival, Tony Blair.

Harriet Harman, brownista y actual secretaria de Estado de Justicia, fue nombrada vicepresidenta. Harman se impuso por sorpresa a otros cinco candidatos como número 2 del partido, gracias a los votos de las bases.

"Este es un hombre con fuerte y profundas convicciones, fiel a sus principios, con todas las cualidades para ser un gran primer ministro de nuestro país", afirmó Blair, pasando el testigo a Brown, con la generosidad formal que el momento requería. El que había sido líder laborista desde 1994, el hombre capaz de arrollar durante una década a los conservadores en las urnas, fue despedido con una gran ovación por los militantes, reunidos en congreso extraordinario en la ciudad de Manchester.

UN TIBIO ABRAZO Brown le devolvió el cumplido y le agradeció el haber hecho "de Gran Bretaña un país más fuerte, tolerante y próspero". Un tibio abrazo entre ambos puso final del más turbulento matrimonio político en la historia británica.

En tono humilde y sobrio, recordando una vez más los principios de rectitud y honestidad que le inculcara su padre, un pastor presbiteriano de su Escocia natal, Brown prometió escuchar a los ciudadanos, al partido y aprender "de los errores" cometidos, que no especificó. "El laborismo debe tener un alma", agregó, en un discurso que no fue mas allá de algunos principios generales, sin desvelar hasta quE punto piensa abordar una renovación profunda del futuro Gabinete laborista.

Al hablar de sus "inmediatas prioridades", citó la educación, el problema de la vivienda asequible y la mejora de la sanidad, preocupaciones que hereda de la época Blair. Brown mencionó una futura reforma constitucional "para dar más poder a los ciudadanos" y repitió que el Parlamento jugará a partir de ahora un mayor papel en las decisiones de su Gobierno. Tímida y no muy a gusto en su nuevo papel, Sarah Brown subió al escenario para abrazar a su marido una vez concluido el acto.

La llegada de Brown a la jefatura del Gobierno coincide con un retroceso inquietante para los conservadores en los sondeos. Tras la recuperación experimentada con el aterrizaje del nuevo líder David Cameron, la euforia ha pasado. Los laboristas aventajan por primera vez desde Octubre a los tories en la encuesta publicada ayer por el dominical The Observer.

BIEN VALORADO El partido en el poder recoge el 39% de las intenciones de voto, un 4% más que hace un mes. Los conservadores con el 36%, pierden un punto, mientras que los liberaldemócratas pasan del 15% al 18%. Preguntados por las dotes de Brown al frente el Gobierno, el 40% de los consultados cree que este será mejor primer ministro que Cameron, al que apoya el 22%. Con diez años de excelente trayectoria al frente de la cartera de Finanzas, el mundo de los negocios parece ser de la misma opinión que los votantes.

El relevo en el Gobierno ha coincidido con la disensión pública y divisiones entre los conservadores, que tras perder tres elecciones podrían no haber aprendido la lección. En cambio, los laboristas han llevado a cabo una transición pacífica.