Con numerosos barrios a oscuras y vecinos al borde de la desesperación, en medio de una ola de calor con una intensidad que la Argentina no padece desde principios de siglo XX, el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, decretó el estado de "emergencia" ante los permanentes cortes del suministro eléctrico. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner descansa en la Patagonia y se mantiene en silencio. Su ministro de Obras y Servicios Públicos, Julio de Vido, sobre quien caen las mayores responsabilidades de los apagones, volvió a acusar de lo que sucede a las empresas que tienen la concesión del servicio, Edenor, de capitales argentinos, y Edesur, filial de la española Endesa. Mientras tanto, crece el descontento en calles virtualmente tomadas por familias que hace más de una semana están sin luz. Las escenas de esquinas con fogatas y las volutas de humo que despiden los neumáticos quemados, los cortes de avenidas y carreteras de vecinos enfurecidos, hacen recordar a otras crisis que parecían olvidadas.

"Tomamos muchas medidas: desplegamos un operativo de emergencia para distribuir agua, fortalecimos a los equipos sanitarios y dispusimos la reducción del consumo de energía en todo lo que es dependencia de la ciudad", dijo Macri. Informó a su vez que las oficinas públicas dependientes de la ciudad autónoma se cerrarán hasta el 2 de enero próximo. La publicidad nocturna en las calles se apagará para ahorrar energía. El acalde, un opositor por derechas a la presidenta, lamentó la falta de coordinación con las autoridades nacionales.

Desde fines de los años ochenta que la Argentina no atraviesa una situación como esta. La privatización del servicio, durante la presidencia de Carlo Menem, hizo suponer que nunca más habría cortes de luz. El Gobierno le reclama a las empresas mayores inversiones. Según De Vido, las concesionarias no han “estado a la altura” del crecimiento económico que experimentó el país desde 2003. El sector privado sostiene que las bajas tarifas que pagan los usuarios, las más bajas de la región, congeladas desde que asumió el kirchnerismo, una década atrás, han terminado por impactar en el sistema de provisión de energía.

Apagones que no terminan

"La gente se siente abandonada, no sabe si el corte es preventivo ni cuánto va a durar. Tenemos un Gobierno que en vez de construir soluciones, siempre busca responsables", dijo Macri, quien también critico a las empresas por su falta de respuesta.

Los apagones de 1988 anunciaron el fin de un ciclo político, el del presidente Raúl Alfonsín. No faltan los analistas que se preguntan si, los cortes del presente expresan algo más que una dificultad coyuntural del Gobierno. La presidenta ha salido de escena. De Vido y el jefe de Ministros, Jorge Capitanich, han sacado la cara por ella, pero los argumentos no han convencido a una ciudadanía tan agobiada como molesta por la falta de previsión y el caos.

En el día de hoy el sistema argentino de interconexión batió el récord de demanda de potencia para un día sábado", explicó Capitanich. Los argentinos han adquirido en los últimos años 12 millones de equipos de refrigeración caseras. Los han pagados en comodísimas cuotas. No esperaban quedarse sin luz y con casi 40 grados de temperatura. En medio de la oscuridad, todos tratan de sacar una ventaja política. No solo Macri se ha presentado como solución a los problemas. Lo mismo ha hecho el diputado Sergio Massa, quien abandonó al kircherismo a mitad de 2013 y espera liderar al peronismo disidente. "Los cortes son sinónimo de fracaso", dijo.