Bajo una fuerte presión, el presidente de EEUU, George Bush, se vio ayer forzado a admitir que aprobó personalmente el espionaje de sus propios conciudadanos sin mandato judicial. Un día después de que The New York Times revelara el cuestionable método y de que el Senado rechazara la renovación de la ley patriótica --en parte por la conmoción que causó la noticia-- Bush cambió su discurso radiado semanal para reconocer y defender su actuación e intentar pasar al ataque.

En una intervención en directo de casi ocho minutos, llamó "irresponsables" a los senadores que rechazaron renovar la ley patriótica, que amplió los poderes de la Administración para librar la denominada "guerra contra el terror", denunciada por vulnerar derechos civiles y libertades individuales.

Bush admitió que autorizó a la Agencia de Seguridad Nacional interceptar comunicaciones internacionales de estadounidenses. Según él, las escuchas cumplen con "las leyes y la Constitución", un extremo cuestionado. Y anunció que no tiene intención de detener el espionaje a los estadounidenses que, según él, "ha ayudado a detectar y prevenir posibles ataques terroristas en Estados Unidos y en el extranjero".