El presidente de Estados Unidos, George Bush, cifró ayer en "semanas, no meses", el tiempo que le queda a Sadam Husein para cooperar con su desarme y ahorrarse una guerra. La Casa Blanca tiene prisa por cerrar la crisis de Irak, que está dividiendo a sus aliados y devastando la economía, por lo que se lanzó en barrena a una ofensiva para mostrar el respaldo de sus leales --como Italia, España y los otros seis países europeos firmantes de una carta pública de apoyo a EEUU-- y tratar de vencer la cerrada oposición a sus planes bélicos que encabezan Francia y Alemania. Pero Bush dejó ayer un improbable resquicio a una salida pacífica para Irak, por medio del exilio de su líder.

"Esperemos que la presión del mundo libre convenza a Sadam de abandonar el poder", dijo Bush, y añadió que "naturalmente nos alegraremos si elige marcharse del país, junto con muchos de sus secuaces que han torturado al pueblo iraquí". Fue la primera vez que el presidente citó el exilio de su archienemigo para evitar la guerra, pero matizó cuidadosamente que, sea quien sea el líder en Bagdad, "el objetivo del desarme permanece".

EL APOYO ITALIANO

Bush se hallaba junto al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que acudió a Washington para cooperar en la demostración pública de apoyo a la línea dura de la Casa Blanca frente a Irak. "Estoy aquí para ayudar al presidente Bush a convencer a todo el mundo de que esto va en interés de todos", dijo Berlusconi, haciendo hincapié en la necesidad de presentar un frente unido con EEUU, tanto en Washington como en la ONU, para doblegar a Sadam. Hoy le toca el turno al primer ministro británico, Tony Blair, que acude a Washington con el mismo objetivo.

Sin embargo, otros aliados se mostraron menos porosos a la presión de la Casa Blanca. "Canadá es un país soberano y tomamos las decisiones por nuestra cuenta", recalcó su ministro de Exteriores, William Graham, tras entrevistarse con el secretario de Estado, Colin Powell. "Si un Estado actúa solo, se arriesga a las consecuencias", añadió, apuntando hacia el unilateralismo de EEUU, y subrayó que Ottawa insiste en la solución de la crisis con Irak a través de la ONU.

Powell recibió después al ministro de Exteriores saudí, príncipe Saud al Faisal, quien se entrevistó después con Bush en la Casa Blanca. Al Faisal ha sido el principal abogado del exilio de Sadam como salida a la crisis, para lo cual ha tratado de recabar el respaldo de otras naciones árabes. Aunque el Departamento de Estado no la considera una salida con muchas posibilidades, Al Faisal se proponía estudiarla con Bush.