Presionado por la creciente impopularidad del conflicto de Irak y por los llamamientos de la oposición demócrata para la repatriación de las tropas, el presidente de EEUU, George Bush, se encerró ayer con su gabinete de guerra en Camp David, su residencia de descanso, para celebrar dos días de reuniones centradas en reexaminar la estrategia en el país invadido.

"Yo creo que podremos ver reducciones graduales de las fuerzas de la coalición en los próximos meses y durante el año que viene", adelantó el domingo el general George Casey, comandante supremo de las fuerzas de EEUU en Irak.

GARANTIZAR LA SEGURIDAD No obstante, el militar condicionó un repliegue a que el nuevo Gobierno iraquí se afiance y sus fuerzas de seguridad puedan hacerse cargo del país frente a los ataques de los insurgentes. En tal caso, podría materializarse el plan del Pentágono de reducir los actuales 131.000 soldados a 100.000 a finales de año.

También el principal asesor de seguridad nacional de Irak, Mowafak al Rubaie, afirmó que la fuerza multinacional, actualmente de 155.000 hombres, se reducirá "probablemente" a menos de 100.000 antes de fin de año. Rubaie añadió que a mediados del 2007 la mayor parte de las fuerzas de la coalición habrán salido de su país, "y a mediados del 2008 las fuerzas multinacionales apenas si se verán en nuestros pueblos y ciudades".

ANALISIS REALISTA En Camp David, Bush se declaró dispuesto a analizar la situación "de forma realista", acompañado del vicepresidente, Richard Cheney, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, además de numerosos asesores y expertos de alto nivel.

Hoy, Bush conectará además por vídeoconferencia con el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, y su Gabinete, para completar la evaluación de la situación, de la que Estados Unidos trata de apartar a sus tropas sin poder lograrlo, por la virulencia de ataques de los insurgentes. "Yo querría sacar a nuestras tropas lo antes posible, pero lo antes posible depende de la victoria en Irak", recalcó Bush el viernes.

"Ahora es el momento apropiado", defendió ayer de nuevo el representante demócrata John Murtha, una de las voces más críticas contra la ocupación. "La gente quiere un cambio en este país, un cambio de dirección, y espero que el presidente lo oiga", declaró Murtha a la cadena de televisión ABC.

BALON DE OXIGENO El congresista demócrata aludía a la eliminación del jefe de Al Qaeda en Irak, Musab al Zarqaui, un verdadero balón de oxígeno para Bush, cuando sus índices de popularidad están en el punto más bajo. Solo un tercio de la ciudadanía apoya la guerra de Irak, según un sondeo de Ipsos-AP.

Este rechazo a la ocupación es un mal presagio de cara a las elecciones legislativas de noviembre, cuando los republicanos, el partido de Bush, pueden perder la mayoría que tienen en el Congreso. Por ello, la Casa Blanca esgrimió el éxito que supone la muerte de Zarqaui, junto a la instalación de un Gobierno de unidad nacional en la nación árabe, para intentar paliar la irritación ciudadana.

Ayer el primer día de minicumbre sobre Irak se centró en evaluar los fondos, las tropas, los equipos y diversas formas para afianzar el Gobierno iraquí, adelantaron fuentes oficiales.