Discursos muy bien pagados, una vida agradable en una propiedad en Dallas y la regencia en esa ciudad de un "fantástico Instituto de la Libertad" para aplicar su concepto de extensión de la democracia por el mundo. Las tres cosas entran en los planes de George Bush para su cercano futuro como expresidente de Estados Unidos, un momento que llegará en enero del 2009 y del que ha hablado en pocas ocasiones. Sí lo ha hecho en una serie de entrevistas con Robert Draper para un libro, Dead certain --expresión que significa algo así como Completamente seguro --, que sale a la venta mañana en Estados Unidos y cuyo material original el autor ha compartido parcialmente con The New York Times .

El presidente accedió en agosto, tras años de insistencia, a conceder más de seis horas de entrevistas a Draper, en las que se mostró inusualmente dispuesto a hablar de aspectos personales, aunque sin dejar de lado la política. En las conversaciones habló de sus intenciones inmediatas antes de abandonar la Casa Blanca. El eje central de sus preocupaciones es Irak y, ante todo, dejar este mismo año a los candidatos republicanos que aspiren a sustituirle "cómodos con una presencia sostenida" en el país árabe.

"LLORO MUCHO" Según las transcripciones, Bush fue algo frío al principio, pero fue haciéndose más cálido a medida que avanzaban las entrevistas. Y abre una puerta a sentimientos que perfilan a un presidente que se ha sentido aislado pero que asume ese aislamiento como parte de su trabajo. "Sí, tengo un hombro sobre el que llorar: tengo el hombro de Dios, y lloro mucho", dice.