Ante el creciente escándalo sobre la falsedad de sus acusaciones de enero contra Irak --del que dijo que intentó adquirir uranio en Níger para relanzar su programa nuclear--, el presidente de Estados Unidos, George Bush, trató de escudarse ayer en la CIA, al asegurar que fue la Agencia Central de Inteligencia la que aprobó el discurso sobre el Estado de la Unión, en el que lanzó esa imputación.

"Pronuncié un discurso ante la nación que había sido revisado por los servicios de inteligencia", aseguró Bush en Uganda, donde estaba de viaje oficial. "La CIA aprobó el discurso en su totalidad", se apresuró a corroborar la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, quien recalcó que si alguien tuvo dudas sobre la solidez de la acusación contra Irak sobre el uranio de Níger "no se las comunicó al presidente".

COMPRAR URANIO

En su discurso de enero, Bush afirmó que "el Gobierno británico se ha enterado de que Sadam Husein recientemente trató de hacerse con cantidades significativas de uranio de Africa", una frase que fue editada previamente por recomendación de la CIA, para "quitar algunos datos específicos sobre la cantidad y el lugar", según explicó Rice. No obstante, la acusación permaneció, aunque si el director de la agencia, George Tenet, "hubiera pedido que se suprimiera, se habría hecho", añadió la consejera.

Sin embargo, la versión de la CIA es muy distinta. Según reveló la cadena televisiva CBS el jueves por la noche, la agencia de inteligencia advirtió a la Casa Blanca de que no había datos suficientemente sólidos para justificar la acusación, empleada por Bush para pintar a Irak como un gran peligro y justificar la guerra.

El pasado septiembre, la agencia de inteligencia había tratado también infructuosamente de convencer al Gobierno británico del poco fundamento de esta acusación, añadió ayer The Washington Post . Al final, la Casa Blanca optó por mantenerla en el discurso de Bush, amparándose en Gran Bretaña.

"El presidente no dijo a sabiendas algo que nosotros sabíamos que era falso", recalcó ayer Rice, como parte de la operación iniciada por el secretario de Estado, Colin Powell, para contener el daño al prestigio de Bush por el reconocimiento público de que su acusación se basó en documentos falsos. Powell dijo que nunca se "intentó desde el Gobierno engañar" sobre Irak.

Sin embargo, tanto la Casa Blanca como el Partido Republicano son conscientes de lo peligroso del escándalo, precisamente cuando EEUU está empantanado en una caótica posguerra. Ayer, el senador republicano John McCain exigió que "alguien se haga responsable" por la acusación falsa.

Las recriminaciones entre las diferentes entidades del Gobierno de EEUU no son nuevas. El supuesto descubrimiento de laboratorios móviles y la relación entre Al Qaeda y Sadam son otros episodios de esta guerra larvada.