Con la posibilidad, cada vez más palpable, de una derrota electoral del Partido Republicano en los decisivos comicios legislativos del 7 de noviembre, el presidente de EEUU, George Bush, trató ayer de sintonizar con la principal preocupación de los votantes: la desastrosa marcha de la guerra de Irak. "Sé que muchos estadounidenses no están satisfechos con la situación, y yo tampoco lo estoy", confesó con tono sombrío, citando incluso a los 93 muertos estadounidenses este mes.

Acto seguido, y para aplacar el creciente rechazo popular a su gestión del conflicto iraquí, Bush aseguró que está modificando sus tácticas. "Nuestros objetivos no cambian, pero somos flexibles en cuanto a los métodos para conseguirlos", declaró. Con este fin, Bush afirmó estar trabajando con el Gobierno iraquí en un calendario de medidas políticas y de seguridad, para acabar con la violencia que asola Irak. El martes, el jefe del Ejército de EEUU en Irak, el general George Casey, explicó que si el Gobierno iraquí pone en marcha tales medidas, en el plazo de 12 a 18 meses sus fuerzas de seguridad podrán llevar el principal peso de la guerra, con lo que los militares estadounidenses podrán limitarse a tareas de apoyo.

Sin embargo, en Bagdad, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, trató ayer de distanciarse de este calendario citado por Bush. "Los estadounidenses tienen derecho a revisar sus políticas, pero nosotros no creemos en un calendario y nadie nos lo impondrá", recalcó.

EL CALENDARIO En la Casa Blanca, el presidente Bush precisó que el calendario no equivale a la retirada de tropas, como exige la oposición demócrata y un sector de su propio partido. "Retirarse en base a un calendario artificial significa perder", recalcó Bush. A pesar del río de sangre, el presidente siguió firme. "Estamos ganando y ganaremos, a menos de que nos marchemos antes de acabar", dijo.