Lo que subleva a una parte de los líderes occidentales es la prepotencia y la tozudez yanqui. George Bush hizo saber ayer que no quiere retrasar la votación en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas más allá del viernes. Y que no acepta más demoras del ultimátum a Irak, fijado para el 17 de marzo. Los aires de dictado y las decisiones tomadas no son del agrado de las potencias que quieren seguir siéndolo, y que saben que no podrán serlo si figuran de comparsas en un obra que ya tiene el guión escrito.Quizá hay sociedades pacifistas, pero no hay potencias pacifistas. En París, Berlín, Moscú o Pekín lo que molesta no es una guerra que liquide a

Sadam Husein. Tampoco irrita el liderazgo de Estados Unidos, y ni tan sólo produce urticaria ante un mundo islámico identificado con el fanatismo y el terrorismo internacional. El bando de la guerra se enfrenta a la liga del amor propio. Y la pobre gente como yo sueña que la paz es aún posible.