Ni siquiera la amenaza conjunta de veto emitida por dos potencias del Consejo de Seguridad ha frenado la carrera belicista del presidente norteamericano, George Bush, quien remataba sus planes de guerra justo en el momento en que Francia, Rusia y Alemania sellaban su alianza por la paz.

Bush estaba reunido en la Casa Blanca con el general Tommy Franks, comandante del imponente Ejército de EEUU desplegado en el Pérsico, el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Richard Myers, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Así que fue el portavoz presidencial, Ari Fleischer, quien reaccionó al anuncio de que París y Moscú impedirán la aprobación de la nueva resolución "autorizando el uso de la fuerza" que ha presentado Washington, con el apoyo británico y español.

"El (por Bush) tiene plena confianza en el resultado final", se limitó a comentar Fleischer, como si todo dependiese de la providencia. El presidente norteamericano es un hombre devoto que lee la Biblia casi a diario, pero ni el llamamiento del Papa --pidiendo evitar "un conflicto dramático"-- ni el propio enviado personal del Pontífice --al que recibió ayer mismo en la Casa Blanca-- lograron convencerle de que renunciase a la invasión de Irak.

BAJAS CIVILES PREVISTAS

Un ataque que será devastador, pues --según revelaron altos oficiales del Pentágono a The New York Times -- se descargarán sobre Irak 3.000 misiles y bombas de precisión en los primeros dos días de la campaña aérea que precederá a la invasión terrestre. Como explica el general Myers, "queremos que sea un conflicto corto y la mejor manera de hacerlo es causar semejante colapso del sistema que el régimen iraquí tenga que asumir enseguida que el final es inevitable".

Claro que ese éxito temprano no será gratuito, al menos para la población iraquí, ya que el mismo Myers precisó: "No podemos olvidar que la guerra es inherentemente violenta. Va a morir gente. Por mucho que tratemos de limitar las bajas civiles, se producirán. Tenemos que hacer ver a la gente que eso es la guerra. La gente se cree que esto será antiséptico. Bien, pues no lo será". Muy honesto para el más alto mando militar de EEUU, aunque sus presunciones sobre la opinión pública parecen necias vistas desde Europa.

ACUSACIONES SIN PRUEBAS

A pesar de esas dramáticas perspectivas, el secretario de Estado, Colin Powell --considerado la paloma de la Administración de Bush--, advirtió ayer sin ambages que Washington se reservaba el derecho de atacar Irak aunque la ONU no dé luz verde al uso de la fuerza, caso que definió según la terminología diplomática norteamericana: "Si el Consejo de Seguridad es incapaz de actuar".

Powell desdeñó todos los progresos de desarme que se han constatado en las últimas semanas y aseveró: "Hemos recibido nuevas informaciones de múltiples fuentes que demuestran que Irak continúa sus esfuerzos por engañar a los inspectores. Sabemos que el régimen iraquí pretende declarar y destruir sólo una parte de su arsenal de los prohibidos Al Samud. De hecho, ha ordenado que se sigan produciendo los misiles que ustedes le ven destruir". Powell no mostró prueba ninguna para sustentar esas acusaciones, pero si ésa es la convicción de la diplomacia estadounidense, entonces parece irremediable que se hará lo que decida el Pentágono.

"DEJENOS EN PAZ"

Pese a todo ello, el presidente del Gobierno, José María Aznar, siguió ayer sin aclarar qué posición adoptará en caso de que EEUU ataque Irak sin el aval del Consejo de Seguridad y volvió a defender el proyecto de resolución del que es coautor --junto a Bush y el premier británico, Tony Blair--, a pesar de que está ya amenazada por sendos vetos francés y ruso.

En un combate dialéctico muy duro con el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, Aznar dejó bien claro que le bastaba con el solitario apoyo de su PP --del que dijo estar "orgulloso" para mantener su fidelidad a los planes bélicos de EEUU. "Déjenos como estábamos; déjenos en paz, señor Aznar", le espetó Zapatero, acuñando un nuevo eslogan que recuerda el célebre "váyase, señor González" que el hoy presidente lanzó desde la oposición.

Aunque quizá lo más curioso de la jornada fue descubrir que fue Aznar quien reactivó las relaciones con el régimen de Sadam nada más llegar a la Moncloa en 1996 y se esforzó en intensificar los intercambios comerciales y políticos con Bagdad hasta el pasado diciembre. Extraño proceder para quien hoy compara a Sadam con Hitler.