Aunque casi nadie lo quiera reconocer, la Constitución europea es ya cadáver --al menos en su versión actual--, por mucho que todos se resistan a enterrarlo. Prolongar el proceso de ratificación hasta finales del 2007 (como desea Zapatero) no resucitará el síesen Francia y Holanda, y puede abonar nuevos noes daneses, polacos, checos, británicos y hasta irlandeses, que extenderían un irrevocable certificado de defunción del Tratado. Sólo queda procurar un acuerdo presupuestario, pues las desavenencias económicas son todavía peores que las ideológicas.

*Periodista.