Cadena perpetua para todos. La justicia turca ha condenado a 415 personas, en su mayoría militares, acusadas de ser el brazo ejecutor y organizativo en Turquía del intento de golpe de estado de julio de 2016. Todos, según el juez, forman parte de la cofradía de Fetullah Gülen, un clérigo turco exiliado en EEUU y al que Ankara acusa de terrorista por haber organizado la intentona.

Todos los condenados, en la noche del golpe, se encontraban en la base aérea de Akinci, en las afueras de Ankara, desde donde según la justicia se preparó y ejecutó el golpe.

Entre los acusados, además, hay cuatro civiles, que esa noche, después de que el golpe fracasase, fueron detenidos en la base militar. Los cuatro eran imanes que pertenecían a la organización de Gülen, y han sido condenados a 79 cadenas perpetuas cada uno.

Dos demás, 411, son militares, los cuales colaboraron activamente en el golpe, según la justicia turca, ya fuese tomando otros edificios gubernamentales o disparando contra civiles que, a petición del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, salieron a la calle para parar la intentona.

La noche del 15 de julio de 2016, murieron 251 personas, en su mayoría cerca del Parlamento de Ankara y el puente del Bósforo de Estambul, donde los manifestantes fueron acribillados con helicópteros militares. Ese puente, el más famoso de la ciudad, se llama ahora Puente de los Mártires del 15 de julio.

Distintas condenas

Las condenas, aunque todas son de cadena perpetua, varían según el grado del crimen cometido: un capitán que dio las órdenes a los cazas golpistas de bombardear el Parlamento turco, 79 condenas a cadena perpetua; un piloto que bombardeó una comisaría de policía, 45 condenas; otro pilotó que mató a 15 personas atacando el complejo presidencial, 16 condenas; un brigadista que detuvo a un comandante general durante la noche del golpe, una condena. Y así hasta 415 condenados.

A todos, además, se les acusa de intentar asesinar el presidente turco, de intentar revertir el orden constitucional, asesinato deliberado y, sobre todo, pertenecer al grupo de Fetullah Gülen, algo que, hasta 2012, no solo no era un crimen en Turquía, sino que era visto como algo positivo y que alentaba el Gobierno liderado por Erdogan.

El presidente turco y Gülen colaboraron hasta 2012 para cambiar las caras del sistema funcionarial turco que, hasta que llegó Erdogan al poder en 2002, era muy reacio a que un político islamista estuviese en el poder. Gülen, con una amplia red de seguidores, empezó entonces a crear un estado en la sombra: a través de sus centros de educación por todo el país, entrenaba a policías, militares, profesores, funcionarios, abogados, jueces, médicos, periodistas, políticos y un largo etcétera que estaban integrados dentro del Estado pero que, por encima de todo, recibían órdenes de los líderes del grupo de Gülen.

En 2012, el grupo de Güllen y Erdogan rompieron. Cuatro años más tarde, después de ser perseguidos por las autoridades, se produjo el intento de golpe de estado.