Los partidos realizan en Irlanda del Norte grandes esfuerzos para arrinconar los mitos de las tribus respectivas y seguir la dinámica pacificadora tras varios años de progreso material ininterrumpido, horizonte europeo, reducción de los antagonismos y sentimiento creciente de que no hay alternativa para la superación conjunta de más de un siglo de violencia.

Los signos alentadores se vienen multiplicando desde el acuerdo de paz de 1998. La lentitud en el desarme irrita a los más recalcitrantes unionistas, pero el retorno al poder compartido en las instituciones autonómicas se reputa inevitable desde que Gerry Adams, líder del Sinn Féin, brazo civil del IRA, anunció su rechazo de "toda violencia política" y emprendió la vía de reconciliación que hace un decenio parecía quimérica.Los líderes católicos y los protestantes, cuyo diálogo refleja la lenta pero inexorable aproximación social, esperan el restablecimiento de la autonomía para aislar a sus elementos extremistas.