Puede ayudar más al tema de la migración un kilómetro de carretera en Michoacán que diez kilómetros de valla en Arizona", le espetó ayer, "de manera respetuosa", el presidente mexicano, Felipe Calderón, al de EEUU, George Bush. Fue el inicio de un largo encuentro que tuvo por marco Mérida y dos ricas haciendas de henequén, la fibra de pita con que se trenzaban los cabos, o cuerdas, de los navíos en este estado de Yucatán.

Bush culminaba su periplo latinoamericano alternando en la mesa los más deliciosos platillos mexicanos con los dolores de cabeza de siempre, la enorme frontera, el trasiego de drogas y la inseguridad de por medio. En lugar de un ranchero se encontró con un estadista "originario de Michoacán, uno de los estados que más ha sufrido por la migración", que dijo saber "del dolor de las familias al separarse y de los pueblos donde los ancianos se van quedando solos". Presto a hablar de economía, Calderón le pidió que no sea la mano de obra la que se vaya, sino la inversión la que venga a México.

"Creo que vamos a progresar en este asunto tan importante", apenas acertó a responder el presidente de EEUU, que prometió "hacer todo lo posible para que se apruebe una reforma migratoria amplia" y se guardó para las reuniones privadas el plan antidrogas. No habría anuncios espectaculares, pues solo se trató de "mantener un acercamiento para cimentar la agenda bilateral", dijeron los funcionarios.

PROTESTAS Más de 4.000 policías frenaron protestas y pancartas --Yucatán no es patio trasero de EEUU --, los anchos vehículos Hummer taparon las calles de la blanca ciudad colonial y los soldados vigilaron las inmediaciones del hotel donde se hospedaron Bush y su comitiva. Greenpeace escenificó una boda Bush-Calderón, hasta que la soberanía nos separe , y los yucatecos bajaron algo la voz para soltar sus bombas , esos dichos populares que terminan con explosiva pronunciación: "¡Bomba!".