Fue posiblemente la primera vez que un líder europeo de tanto peso se mostró tan crítico con el núcleo duro que gobierna la Unión Europea, esto es, la Francia de Nicolas Sarkozy y la Alemania de Angela Merkel. Ayer, el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, aseguró estar muy enfadado por la oposición de ambos dirigentes a la entrada de Turquía en el club comunitario. "Cuando pienso en lo que ha hecho Turquía para defender Europa como aliado de la OTAN y lo que está haciendo ahora en Afganistán junto a los aliados europeos, me enfada que ... su adhesión a la UE esté siendo frustrada de tal manera", afirmó ante la Unión de Bolsas y Cámaras de Comercio de Turquía (TOBB).

El premier británico comparó la oposición que ahora mantiene Francia respecto a la adhesión turca con el veto del general francés Charles De Gaulle a la europeidad de Gran Bretaña: "Entonces decían que nosotros no éramos europeos. Suena parecido a como algunos líderes europeos describen ahora a Turquía". Por ello criticó que París y Berlín pidan que a Turquía se le ofrezca una asociación privilegiada --similar a la de Marruecos o Israel-- en lugar de la unión como miembro de pleno derecho de las negociaciones de adhesión. "Los que se oponen a Turquía son aquellos que temen a su creciente poder económico y los que tienen prejuicios contra el islam o creen en la polarización entre Oriente y Occidente", dijo el líder de los tories acusando a Merkel y Sarkozy de fomentar el "choque de civilizaciones".

AGRADECIDA Y VENGATIVA Turquía suele ser justa con quienes les apoyan y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció que se abre "una edad de oro" en las relaciones bilaterales con Gran Bretaña, cuyos turistas se sienten atraídos por las costas. Y también paga con la misma moneda: a Francia la vetó en el proyecto del gasoducto paneuropeo Nabucco.