Solo el 16% de los aspirantes a un escaño del Parlamento afgano en las elecciones del próximo sábado son mujeres, 406 candidatas que hacen campaña en una atmósfera de intimidación generalizada.

A la violencia que sufre el país, con una insurgencia talibán cada vez más poderosa, las candidatas en Afganistán unen la incomprensión de una sociedad poco acostumbrada a la presencia femenina en las áreas gubernativas.

HACER CAMPAÑA DESDE CASA

"En las anteriores elecciones (2005), podíamos ir de casa en casa haciendo campaña, pero esta vez no podemos salir de nuestra propia vivienda", denunció a Efe por teléfono la diputada saliente Zurmati, de 40 años, que concurre por la provincia de Paktiya, en el este del país.

"La única forma de hacer campaña ha sido la radio, ni siquiera nos han permitido colocar carteles por la ciudad", aseveró.

Al igual que ella, otras candidatas sufren la presión de un pueblo que aleja a las mujeres de la vida pública, de la que fueron completamente desterradas con los talibanes en el poder (1996-2001).

"A mí también me han amenazado, pero mi gente me apoya (...) vienen a verme y les doy carteles y hablo con ellos", narró a Efe Nazdana Paktiyawal, de 45 años y candidata por la misma provincia.

La candidata kabulí Nema Suratgar, de 39 años, ha afirmado: "Me llaman para amenazarme de muerte y envían correos diciendo que me matarán si sigo adelante, me insultan. En Kabul, los carteles con mi imagen han sido arrancados en algunos lugares".

UNA INERCIA CULTURAL Y RELIGIOSA

En Afganistán, se combina una visión rigurosa del islam con el atávico código de las tribus pastunes, conocido como "pastunwali", que aboca a las mujeres a un papel decisorio casi nulo.

Durante la actual campaña, "de cada diez denuncias sobre amenazas, nueve son contra mujeres candidatas", según el portavoz de la Comisión Electoral afgana, Noor Mohamed Noor.

Pese a los años transcurridos desde la caída del régimen talibán, los desafíos son aún demoledores para la mujer afgana: su tasa de alfabetización ronda apenas el 21%, y, como ejemplo, los emblemáticos burkas son frecuentes en Kabul.

"LA VOZ DE LAS MUJERES CON BURKA"

Símbolo para Occidente de la opresión de la mujer afgana, el burka es la imagen de campaña de la bella candidata Farkhunda Nadiri, que ha preferido no mostrar su rostro en los carteles.

Nadiri no viste la tradicional prenda que cubre a la mujer, pero busca su voto porque, según declaró hace unas semanas, quiere "ser la voz de las mujeres con burka, darles sus derechos".

El sábado concurren 406 mujeres frente a las 328 que lo hicieron en las elecciones de 2005, y la presencia femenina en el Parlamento está asegurada por ley, que les reserva 68 de los 249 escaños.

BAJO PELIGRO DE MUERTE

En las semanas previas a estos comicios, los talibanes han acabado con la vida de al menos cuatro candidatos y, el pasado 26 de agosto, un grupo de hombres armados asesinaron a cinco personas que hacían campaña por la candidata Fawzia Galani, en la provincia occidental de Herat.

Ante esta situación, algunas candidatas se han limitado a pedir el voto por teléfono o por la radio, mientras que otras en Kabul confían en que baste un puñado de apoyos en sus respectivas provincias de origen para lograr un escaño, en virtud del sistema de reservas.

"Me han proporcionado garantías de seguridad, pero no puedo confiar en nadie. Es muy difícil hacer campaña en Kandahar. Incluso nuestros seguidores son amenazados", aseguró a Efe Rana Tarin, de 40 años, desde esa provincia del sur, bastión tradicional de los talibanes.

HABLAR EN CONTRA DE LOS SEÑORES DE LA GUERRA

Las mujeres que consigan un escaño tendrán como referente a la diputada saliente Malalai Joya, que vive oculta y ha decidido no concurrir a los próximos comicios.

"No puedo hacerlo a causa de las amenazas (...) No puedo revelar mi paradero. He sufrido cinco intentos de asesinato y sigo recibiendo amenazas. Se trata de dejarme en silencio, de eliminarme", dijo a Efe por teléfono la diputada.

Su caso es paradigmático: bastó un discurso suyo de tres minutos en la Asamblea Constituyente, en 2004, contra los "señores de la guerra" -algunos estaban sentados frente a ella-, para quedar en el punto de mira de las distintas facciones armadas del país.

"Mis amigos en el sistema me dicen que la situación es la misma de siempre, los mismos 'señores de la guerra' en el poder. Y mientras tanto yo seguiré sin poder hacer una vida normal", se lamentó.