Entró ayer en el Congreso como si lo hiciera en una reunión de viejos amigos. Dibujó sonrisas cómplices con los excompañeros legisladores y no se privó de imitar con los dedos la forma de un revólver a punto de escupir una bala. Luego, Jair Bolsonaro, escogió el camino de la solemnidad. Frente a las autoridades institucionales y sus invitados ilustres, entre ellos los primeros ministros de Israel y Hungría, Beniamín Netanyahu y Viktor Orbán respectivamente, el flamante presidente brasileño sentenció: «Brasil por encima de todo, Dios por encima de todo». Durante su primer y breve discurso, el capitán retirado del Ejército, prometió «liberar al país» de la corrupción y de la «sumisión ideológica».

Bolsonaro ganó las elecciones con 55 millones de votos, el mismo números de pobres que hay en Brasil. Llega al Palacio Planalto para poner en marcha un inédito experimento de la ultraderecha. Detrás suyo confluyen partidos menores, las poderosas iglesias pentecostales, con 42 millones de fieles, los militares y un grupo de economistas furiosamente neoliberales.

«Estoy seguro que enfrentaremos enormes desafíos. Pero alcanzaremos nuestros objetivos», dijo el «Mito», como prefieren llamarlo sus seguidores, que, bajo la amenaza permanente de lluvia, llenaron las calles de Brasilia. Desde la moderna Explanada de los Ministerios, diseñada casi 70 años por el arquitecto comunista Oscar Niemeyer, ellos y ellas, indiferentes a la historia de la ciudad capital, aplaudieron los anuncios de su líder. Bolsonaro les dijo que, en adelante, se «valorizará la familia» y se «respetarán las religiones», en particular la «judeo cristiana». Tanto dentro como fuera del Congreso estallaron los aplausos cuando anunció un combate contra la «ideología de género». A pesar de su declarada homofobia y misoginia, dijo también que promoverá una sociedad «sin discriminación».

Bolsonaro reiteró el deseo de hacer realidad la libre disposición de armas aunque una reciente encuesta de Datafolha da cuenta de que un 61% de los consultados rechazan esa medida. Anticipó a su vez que bregará por leyes más duras contra la delincuencia y mayor protección para los policías que primero disparan y después preguntan. «Merecen ser respetados». De la misma manera, el «Mito» ha advertió en su discurso inaugural que las escuelas brasileñas deben preparar a los jóvenes para «el mercado de trabajo» y no «la militancia».

Un equipo de economistas formados en la Escuela de Chicago, la usina del neoliberalismo, llega con él al poder para «terminar con un Estado ineficiente y corrupto». El Gobierno se propone profundizar el ajuste del mandatario interino Michel Temer. Vienen «reformas estructurales». Los sindicatos ya están en alerta. Por lo pronto, Bolsonaro se prepara para un aumento del salario mínimo.

La presencia en la toma de posesión del chileno Sebastián Piñera no fsolo te protocolar para los anfitriones. El ministro de Hacienda, Paulo Guedes, es un gran admirador del modelo que el Chile del dictador Augusto Pinochet impuso a sangre y fuego y que, tras la recuperación institucional, fue sometido a maquillajes y correcciones que no alteraron su esencia.

Dute la ga dictadura (1964-85), la economía brasileña creció de manera exponencial sobre la base de un programa estatista y desarrollista. Pero esta vez, Bolsonaro ha optado por «el libre mercado». Además de los siete ministros militares, el nuevo Gobierno ha resuelto que los uniformados ocupen posiciones relevantes en la economía. Generales cercanos a Bolsonaro ocuparán la Secretaría Especial de Ingresos Federales y uno de los principales bancos estatales. Por debajo de ellos se encuentran otros coroneles. Según el diario paulista Folha, ni siquiera durante el régimen castrense hubo tantos militares en esos puestos importantes.

Felicitaciones de Trump / Apenas Bolsonato terminó su discurso de investidura, Donald Trump lo saludó desde twitter. «¡Estados Unidos está contigo!», rscribió el presidnete de EEUU. Bolsonaro no tardó en responderle.«Realmente aprecio sus palabras de aliento. Juntos, bajo la protección de Dios, traeremos prosperidad y progreso a nuestra gente». Además de un programa político, ambos comparten la fascinación por utilizar las redes sociales.

La Brasilia que se blindó para los fastos, por cuya avenida principal pasó Bolsonaro subido a un Rolls Royce Silver Wraith sin capota que fue donado a Brasil por la reina Isabel II de Inglaterra, en 1953, albergó también a una multitud que ya no se ruboriza de sus posiciones extremas.