El cardenal arzobispo de Ciudad de México, Norberto Rivera Carrera, cuyo nombre figuraba en la relación de papables latinoamericanos que circulaba durante el precónclave, admitió ayer que a Joseph Ratzinger le sobraron votos para ser proclamado papa. En la misma línea se pronunció el cardenal arzobispo de Colonia, Joachim Meisner.

Rivera, en una conversación con este diario, explicó que el nombre del entonces purpurado alemán cobró mucha ventaja desde el primer escrutinio. El purpurado mejicano dio a entender que la "candidatura alternativa de la que hablaban los periódicos", en referencia a la que avalaba el jesuita Carlo Maria Martini y encabezaba el arzobispo de Milán, Dionigi Tettamanzi, ya se vio que no iba a prosperar desde una hora temprana.

El arzobispo de Ciudad de México dijo estar "muy contento" por la rapidez con la que se desarrolló el cónclave. No es el caso de uno de los representantes del ala liberal del colegio cardenalicio, el belga Godfried Danneels, que no fue a la cena del martes con Benedicto XVI porque se había comprometido a atender a los periodistas de su país antes de volver a Bélgica.

Al ser preguntado por su estado de ánimo, afirmó: "No estoy triste". Antes, el arzobispo de Bruselas había manifestado su esperanza de que el antiguo guardián de la ortodoxia pudiera convertirse en un pontífice tolerante: "Las personas pueden cambiar desde el momento en que ocupan otro puesto, tal y como yo cambié cuando me convertí en arzobispo", aseguró.

BATALLA PERDIDA Los vaticanistas coincidían ayer en señalar que el grupo de electores que inicialmente no estaba dispuesto a apoyar al teólogo alemán no tardó en renunciar a plantear batalla al comprobar los pobres resultados de los nombres que merecían su apoyo. La candidatura de Tettamanzi, en particular, se reveló muy inconsistente.

El trabajo de grandes electores, como el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Camillo Ruini, o el hasta ahora secretario de Estado, Angelo Sodano, a favor de Ratzinger, le prestó una plataforma sólida. Dos de los papables italianos, el arzobispo de Génova, Tarcisio Bertone, y el patriarca de Venecia, Angelo Scola, optaron por apoyarle abiertamente, lo que acabó por arrastrar a los indecisos. Incluso el alemán Walter Kasper, a pesar de que antes de entrar en el cónclave no había ocultado las diferencias que le separaban de su compatriota. No había alternativa. "Aparentemente, no era el momento de un papa latino", dijo Danneels.