LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO LA PAZ, 1953

ESTUDIOS LICENCIADO EN LITERATURA

TRAYECTORIA PRODUCTOR DE CINE. PRESENTADOR Y DIRECTOR DE TV. ELEGIDO VICEPRESIDENTE EN EL 2002 CON SANCHEZ DE LOZADA

"He vivido todo este tiempo en una montaña rusa y mi estómago ya se acostumbró", ironiza Carlos Mesa en el jardín de su casa. Acaba de abandonar la presidencia boliviana y, sentado en su jardín, mira una reproducción del Guernica que cuelga de una pared. La imagen de esa pesadilla pintada por Picasso le vino varias veces a la memoria en las últimas horas de su Gobierno, en la que vislumbró el peligro de una guerra civil. "Estuvimos cerca", llega a afirmar el ya expresidente tras permanecer 14 meses en el poder .

--¿Esta calma precede a la tempestad?--Aún pueden haber complicaciones, pero con el nombramiento del presidente Eduardo Rodríguez nos salvamos del desastre. Ahora es vital que el Congreso defina un proceso electoral completo y rápidamente. Necesitamos renovar todos los cargos y, tal vez, llamar a la vez a una Constituyente. Puede permitirnos entrar en un proceso de transición y tranquilidad.

--¿Por qué cree que fracasó en conseguir esos objetivos?--Creí que hacer visibles los problemas subterráneos del país --raciales, regionales-- iba a llevarnos por un camino de solución: no advertí que estaba soltando a los demonios.

--Al igual que usted, Rodríguez no tiene base social ni política y puede ser rehén de un Congreso desprestigiado...--El equívoco de los partidos tradicionales es suponer que el presidente es su enemigo. He gobernado durante un año y dos meses en condiciones muy atípicas. El presidente Rodríguez, por suerte, tiene una válvula de salida, que es llamar a las elecciones. Si el país finalmente se encamina en esa dirección, se disipa un gran riesgo.

--¿Qué destaca de su gestión?--Reduje el déficit fiscal del 8,1% al 5%. La economía boliviana creció un 4,5%. Aumentaron las exportaciones y la obra pública. Demostré que es posible hacer un Gobierno tolerante, de paz y de diálogo en las condiciones más adversas.

--Estados Unidos suele aludir a una intervención del Gobierno venezolano en los asuntos internos bolivianos. ¿Le consta?--No, los servicios de espionaje nunca pudieron comprobarlo. Lo que sí existe es una relación de empatía de Hugo Chávez a Evo Morales (uno de los referentes del movimiento social). Me parece legítimo.

--¿Por qué no sancionó la ley de hidrocarburos?--Porque no beneficiaba a Bolivia. De haberla vetado, ni siquiera hubiera llegado al 9 de junio.

--Las empresas extranjeras, entre ellas la española Repsol, han frenado las inversiones. Algunas amenazaron incluso con litigios. ¿Pueden ganarlos?--Esa es una batalla que se puede dar. Pero hay otro asunto más urgente: lo peor que le puede pasar a la inversión extranjera es la guerra civil. Por lo tanto, si hay una mirada sensata, las empresas deberían darle a Bolivia un compás de espera.

--Las protestas en El Alto, una urbe de 800.000 habitantes lindante con La Paz, han determinado su suerte y la del Gobierno anterior. ¿Cómo se aborda el problema de esa zona?--El Alto es la ciudad de mayor crecimiento demográfico de todo el país, a un ritmo del 9% por año. Es una migración paupérrima y de muy bajo nivel educativo, con una unidad de caracter étnico y lingüístico muy fuerte que es el aymará. Allí ha nacido un grupo intelectual que se piensa a sí mismo en términos ideológicos muy radicales y propone la confrontación como respuesta, apelando a criterios del racismo más duro. Es muy difícil dar una respuesta porque acá el 90% de los pobres son indios y eso es algo dramático. En este país no nos vemos como iguales. Necesitamos un Nelson Mandela, y mientras no exista una figura de esa proyección no se dará el salto histórico que necesita Bolivia. Si la perspectiva del mundo indígena se sigue apoyando en el enfrentamiento y, de otro lado, el sector empresarial piensa que puede seguir estando en el mismo lugar, no habrá ninguna salida posible.