La larga lista de contactos prohibidos para los iranís decretada por el Gobierno de Teherán, que incluye desde organizaciones proderechos humanos hasta fundaciones norteamericanas y británicas, pasando incluso por los servicios informativos de la BBC, es el último episodio de la pugna entre el Gobierno teocrático y fundamentalista del presidente Ahmadineyad y un movimiento reformista articulado en torno al excandidato presidencial Mir Hussein Musavi, que crece en intensidad.

Todo indica que Irán es escenario de una pugna de transiciones entre el sector más duro liderado por el presidente y apoyado por el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, y un sector reformista-democratizador que tiene su cabeza visible en el moderado Musavi. La línea dura se caracteriza por su agresividad exterior contra Estados Unidos, Israel y Occidente, su propósito de convertir a Irán en potencia dominante del golfo Pérsico y su programa para la adquisición de armamento nuclear. Los reformistas defienden más democracia en el interior, integración en la comunidad internacional y coexistencia pacífica con sus vecinos.

¿Cuál de los dos sectores alcanzará primero sus objetivos? Aparte del apoyo de Jamenei y de la mayoría del clero chií, Ahmadineyad cuenta con la lealtad del Ejército, el aparato represivo y el complejo militar-industrial representado por los Guardianes de la Revolución, un cuerpo paramilitar que también está tras los esfuerzos nucleares y el desarrollo de una nueva generación de misiles de largo alcance capaces de atacar objetivos en Israel y Europa Occidental. De momento, los reformistas no cuentan más que con el apoyo moral extranjero y con su propia capacidad de movilización y resistencia a la represión.

Treinta años después del derrocamiento del sah , Irán no ha cerrado aún su ciclo de cambio. Si el final del camino lo representará una dictadura teocrática, fundamentalista y xenófoba como la que ostenta el poder, o si llegará la oportunidad para las fuerzas que propugnan la apertura democrática, lo determinarán los acontecimientos de los próximos meses. Por ahora, la incierta carrera de transiciones iraní permanece abierta.